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Redacción Babelia. Tras su triunfo en
la guerra civil española, ¿a qué sustituye el nuevo régimen?, ¿qué es lo
que anula el franquismo?
Javier Tusell. Yo creo que a lo que sustituye, y lo sustituye
con una ruptura tremenda, es a un país que realmente no ha sido tan diferente
de la media europea. Es decir, que la verdadera ruptura en la historia
de España es la guerra civil y, sobre todo, el franquismo. En ese sentido,
creo que incluso se puede entender la República como una especie de culminación
a la que se llega tras un proceso; es decir, hay un crecimiento económico,
hay un desarrollo de la conciencia cívica, hay una modernización de la
cultura a la que se llega en la República. Y a ese momento culminante
le sucede un tajo inmenso en todos los terrenos que es la guerra civil
y el franquismo. Y digo en todos los terrenos porque la Administración
es purgada, porque hasta el año 1954 no se recupera el nivel macroeconómico
de la preguerra, porque la cultura liberal quiere ser erradicada...
Antonio Cazorla. Es difícil no estar de acuerdo con lo que ha
dichoTusell. Sin embargo, hay algo que creo empieza a distinguir al franquismo
del resto de los países europeos. Y no es sólo la guerra civil, ya que
hay guerra civil en Europa en ese momento: es el extraordinario nivel
de represión, y sobre todo la falta de deseo de volver a integrar a los
derrotados en el sistema político, o socialmente. Países donde la represión
pudo ser comparativamente mayor, como por ejemplo Finlandia en su guerra
civil, pues en pocos años triunfó la democracia, a pesar de esa guerra
civil. En España lo que triunfa es un clima de revancha social y política.
Javier Pradera. Yo estoy aquí invitado no como historiador, sino
como observador participante y, efectivamente, creo que Cazorla tiene
razón: hasta mediados de los cincuenta había un telón, un muro entre las
dos sociedades (la sociedad de los vencedores y la sociedad de los vencidos)
hasta extremos difíciles de imaginar hoy día.
Antonio Cazorla. Ahí hay, efectivamente, una ruptura política,
cultural con el pasado. Y en cuanto a la economía, hay un largo paréntesis,
no una ruptura, hay un largo paréntesis de quince años, quizá más, por
lo que cuesta desactivar todo el sistema proteccionista, intervencionista,
en la economía.
Javier Tusell. Sí, creo que más o menos es lo mismo. Basta con
recordar que Portugal durante la Segunda Guerra Mundial era un paraíso
comparado con España, y en España fueron de los peores años. Lo de la
represión es totalmente cierto, y es que además no tiene comparación posible
con nada, incluso con lo de la guerra de Finlandia. He visto los datos,
y hay un historiador finlandés que se dedica a hacer esa comparación,
pero la hace mal, porque compara cualquier tipo de represión con la que
en España es muerte, y claro, no le salen las cuentas. Hay que pensar
que en España, por ejemplo, dos de cada tres profesores universitarios,
uno de cada cuatro diplomáticos (y los diplomáticos no eran precisamente
trostkistas) y uno de cada cuatro fiscales fueron purgados, y eso no tiene
comparación. Pongamos algunos ejemplos de dureza represiva tras la ocupación
nazi de Francia, en el seno del colaboracionismo francés: 700 penas de
muerte ejecutadas (700 u 800). En España pudo haber 50.000 después de
la guerra. Sólo entre los carteros de Alsacia-Lorena, que eran medio alemanes,
fue purgado el 10% de los carteros. O sea, hay una diferencia abismal...
Claro, yo no sé las cifras de Rusia después de la Revolución de Octubre,
pero en Europa, en toda Europa, no sólo en la Europa occidental, no hay
absolutamente nada parecido.
Javier Pradera. Creo que las comparaciones que a veces se hacen,
sobre todo en relación con la transición, entre el franquismo, el posfranquismo,
la guerra europea, la Segunda Guerra Mundial, y la caída de los fascismos,
tienen ese elemento equivocado en el análisis. La guerra civil española,
pese a la participación alemana, italiana y de las brigadas internacionales,
fue una guerra civil terrorífica, una guerra civil que realmente dividió
a este país en dos, mientras que en la Segunda Guerra Mundial el dato
fundamental era la ocupación alemana de esos países; es decir, que era
no tanto una separación de franceses contra franceses, o de italianos
contra italianos, como una actitud de un país derrotado frente al invasor,
frente al ocupante.
R. B. Eso explicaría en parte la capacidad de rencor en España
entre vencedores y vencidos a la que aludía Cazorla, o la duración de
las purgas que señalaba Tusell; en definitiva, las dificultades para conseguir
la reconciliación.
Javier Pradera. Claro, pero entre el primer franquismo que estudió
Cazorla y el franquismo de los sesenta, que creo que Tusell ha definido
en alguna ocasión, por analogía con Felice, utilizando el término "fascismo
del consenso"...
Javier Tusell. Más de los cincuenta.
Javier Pradera. ... creo que hay una diferencia cualitativa.
El primer franquismo, el franquismo hasta el primer relevo generacional,
que podemos situar en torno al año 1956, es un franquismo en el que las
trincheras siguen todavía excavadas, en que es absolutamente impensable
cualquier tipo de reconciliación, cualquier tipo de acuerdo y la represión
sigue de forma implacable hasta mediados de los cincuenta, es decir, hasta
que acaban con los maquis, que creo que es por esas fechas.
Antonio Cazorla. Hasta finales de los cuarenta; realmente hasta
finales de los cuarenta, principios de los cincuenta. 1951 es cuando ya
el maqui es derrotado militarmente...
Javier Pradera. Quiero decir que cuando se hacen comparaciones
para dar un salto entre el posfranquismo y la posocupación, por ejemplo,
de Francia o de Italia, se están haciendo comparaciones muchas veces inexactas,
en el sentido de que las depuraciones no fueran tan grandes ni en Francia,
ni en Italia, ni en Alemania. En todos ellos hubo un apoyo social estimable:
hubo un apoyo social al régimen de Vichy, al régimen nazi en Alemania,
al régimen fascista en Italia. Entonces, esa melancolía sobre esos posibles
ajustes de cuentas tras el franquismo...
Javier Tusell. Los juicios de Nuremberg...
Javier Pradera. Yo creo que la comparación es absurda... Eso,
los juicios de Nuremberg se hicieron entre las potencias ganadoras y las
derrotadas, no entre sociedades escindidas por la guerra.
Javier Tusell. Lo que dice Pradera tiene mucha razón. Es muy
diferente lo que ocurre en España, y las experiencias biográficas, pues
son también muy diferentes. Por ejemplo, yo fui estudiante en los años
sesenta, años en que éramos una minoría muy reducida los estudiantes antifranquistas
y todos son conocidos: el que me traía los panfletos era Gregorio Peces
Barba, de la facultad de enfrente; el otro, porque éramos tres en mi facultad
antifranquistas, pues era Eugenio Nasarre. Era una etapa en que la inmensa
mayoría de los estudiantes eran partidarios del régimen, y eso cambió
en un plazo muy corto de tiempo.
Antonio Cazorla. Tusell ha levantado un tema que me parece que
cada día va a ser más relevante a la hora de reconsiderar el franquismo.
Se ha hablado de cuando, en el año sesenta, la mayoría de los estudiantes
eran franquistas, y entonces habría que preguntarse cómo conjugamos esa
represión con el cada vez mayor número de franquistas en la sociedad española,
y cuál es la relación que hay entre la imposición sobre los vencidos y
ese consenso del que tú hablas, palabra que a mí no me gusta, y si ha
lugar, podríamos volver a ella...
Javier Pradera. Lo de "fascismo de consenso" es de Felice, ¿no?
Javier Tusell. Bueno, claro: si es un error, es de Felice, y
si es un acierto, es mío.
Antonio Cazorla. Si ya lo sé..., un libro famoso de 1974, sobre
los años del consenso de Mussolini. Pero para mí es importante entender
esto, y creo que se están haciendo últimamente algunos trabajos al respecto,
entre ellos el mío. Creo que también es original en ese sentido el intentar
conectar lo que es el régimen franquista, su implantación social, con
su origen, y hasta qué punto esa dictadura que nace consigue penetrar
en la sociedad española y de qué manera. La violencia, la represión, ha
sido tradicionalmente la explicación más fácil, o la obvia, por parte
del antifranquismo, pero creo que habría que empezar a replantearse otro
tipo de cuestiones quizá menos seguras desde el punto de vista moral.
Javier Pradera. Sí, pero hay luego algo que ocurrió en este país
y que hay que estudiar: la evolución de esa sociedad española de los sesenta
que era como dice Javier Tusell y dices tú, aunque discrepéis en los orígenes,
que estaba empapada de los valores del sistema autoritario, del sistema
dictatorial. Pues bien, ¿cómo esa sociedad de los años anteriores de los
setenta se convierte en una sociedad democrática? Creo que eso es muy
indicativo, que esos valores de los años sesenta, que parecía que estaban
tan encarnados en la sociedad española, no lo estaban tanto. Es algo parecido
a lo que ha ocurrido en los países del Este. De repente, después de setenta
años de adoctrinamiento y de gobierno...
Antonio Cazorla. Bueno, yo me considero historiador social y,
la verdad, tengo cierta caución ante las etiquetas políticas que creo
que se ajustan muy bien a determinados grupos de élite, o al militante,
pero en cuanto a la sociedad española creo que esa etiqueta de franquista
es bastante anterior a lo que vosotros estáis planteando. Las masas, si
se me permite la palabra, aquellas que se identifican con el régimen,
se ven ante todo como franquistas.
Javier Tusell. Visto desde el punto de vista del historiador,
lo curioso de la dictadura franquista es que, siendo siempre dictadura,
fueron fórmulas de dictadura diferentes. La originalidad del franquismo
es el carácter sucesivo de esas fórmulas dictatoriales, y eso sí que la
hace peculiar, e incluso eso en cierta manera la hace presente en el mundo
actual.
Javier Pradera. Sí, pero yo creo que tiene interés lo que dice
Cazorla. Es decir, frente al embellecimiento que se está produciendo del
último franquismo puedo contar algunas experiencias. En el año 1963 entré
a trabajar en la sucursal española del Fondo de Cultura Económica, editorial
mexicana de mucho prestigio, y entonces lo primero que tuvimos que hacer
fue pasar otra vez por censura todo el fondo de catálogo que estaba prohibido,
y recuerdo que entre los libros que estaban censurados, y que nos costó
algún problema sacar, figuraban La España ilustrada del siglo
XVIII, de Sarrailh, el libro de Bataillón Erasmo en España,
o Los partidos políticos , de Duverger, ¿no? A partir de 1964 seguramente
esos tres libros estaban ya autorizados, pero recuerdo que estaba también
prohibido el Pedro Páramo de Rulfo. Era una prohibición tan dura
que tuve que entrevistarme con el director general del libro, el cual
me dijo: "Bueno, ¿pero usted me da su palabra de honor que es un gran
escritor?". Y yo le contesté: "Sí, sí". Quiero decir que en los años sesenta
todavía, por ejemplo, el mundo del libro era un mundo sometido a los rigores
de la censura.
R. B. Respecto al embellecimiento de ese segundo franquismo,
¿podría vincularse con el pragmatismo del régimen y con el desarrollo
económico hasta el punto de poder afirmar que en buena medida la transición
hacia la democracia fue posible por el pragmatismo y el desarrollo económico
precedentes?
Javier Pradera. Sí, pero no estamos hablando de desarrollo económico,
sino de lo que decía Cazorla, es decir, el empapamiento de valores autoritarios
de la sociedad española en los sesenta y comienzos de los setenta. Ahí
hay un aspecto curioso que podría ser similar, por usar una analogía,
al de la Hungría posterior a 1956, la Hungría de Janos Kadar, que es el
de pasar de "el que no está conmigo está contra mí" a "el que no está
contra mí, está contigo". Por ejemplo, ahora Fabián Estapé acaba de publicar
sus memorias. Fabián Estapé era un príncipe del mundo de la oposición
al franquismo. No hizo ninguna felonía... Bueno, cuando a Estapé le hicieron
la propuesta sus amigos, que eran López Bravo y López Rodó, bueno, pues
Estapé dijo que sí y Franco simplemente preguntó quién era, tomó nota
de que era pariente del general Zamalloa y comentó: "Bueno, pues muy bien,
que venga a trabajar a la comisaría del Plan". Quiero decir que no había
ni siquiera ya los ritos de iniciación humillantes para colaborar con
el régimen, es decir, que realmente casi había que hacer un esfuerzo para
no colaborar.
Javier Tusell. Sobre lo que se ha dicho del embellecimiento...,
creo que, en primer lugar, no existe un embellecimiento historiográfico
del franquismo. Es decir, un revisionismo que diga que Franco es el productor
de la monarquía actual, o es el productor del desarrollo económico, eso
un historiador no lo defiende, un historiador con un mínimo de consistencia,
aceptado en los medios académicos. Eso no se defiende en absoluto. El
problema que nos sucede, creo, a los historiadores es que quizá conocemos
bastante bien la historia del franquismo, incluso los intríngulis interiores,
hasta 1959, y la historia de ese franquismo que hemos vivido más, lo conocemos
mucho menos.
Antonio Cazorla. Frente a la insistencia en las memorias, yo
creo que en el último año lo que sí ha habido es una mayor profundización
en la memoria, la memoria de la guerra, el periodo del franquismo, incluso
del franquismo político. Están ahí los trabajos que Paloma Aguilar sobre
todos estos aspectos, y recientemente, por ejemplo, en Valencia, Ismael
Saz y otros publicaban un libro muy importante en el cual intentaban reconstruir
cómo el franquismo era visto por la gente común, tema que creo que no
se le ha prestado todavía la atención que se debiera haber hecho y que,
bueno, en eso estamos trabajando algunos. Es un tema que nos va a ayudar
a entender..., pues eso, cómo se pasa de ese, voy a utilizar la palabra
que no me gusta, consenso a una rápida identificación con los valores
democráticos.
Javier Pradera. Yo creo que sobre la España de los sesenta hay
una ambigüedad en la memoria de la gente, no de los que estábamos en la
oposición, puesto que elegimos estar en la oposición en unos momentos
en los que el régimen tenía una gran capacidad para succionarte, pero
creo que el recuerdo de ese tiempo es ambivalente para mucha gente entonces
apolítica porque, por una parte, existe, supongo, una cierta perplejidad
por haber comulgado con esos valores del sistema autoritario y haber sido
tan poco sensibles a valores que luego se respetan en una democracia y,
por otra, había un cierto orgullo de la, entre comillas, "epopeya" del
crecimiento económico. En fin, creo que la gente ve esa época del franquismo
con una doble mirada: una mirada que le permite reconciliarse con ese
periodo de su vida, que es un periodo en el que, bueno, hay un crecimiento,
hay un desarrollo, y al tiempo...
Antonio Cazorla. Pero de todas formas, contrastar la prosperidad
de los años sesenta con el tener que sobrevivir en los cuarenta, o en
el año cincuenta...
Javier Pradera. Me refiero a la ambigüedad respecto a la segunda
fase del franquismo.
Antonio Cazorla. Sí, bueno, pero yo voy a volver a un poquito
antes, porque creo que es muy importante para entender cómo los españoles
perciben la dictadura o cómo se relaciona con ella la sociedad española,
y es la cuestión de la violencia política. Es decir, volviendo al origen
de este debate, cómo la sociedad española, o ciertos grupos sociales en
España, analizan la violencia política que ha tenido lugar en el país
antes de 1939 y la que se produce inmediatamente después, y que yo creo
que va a ser utilizada por el régimen, no ya sólo porque la violencia
le sirve para intimidar a sus enemigos, sino para hacer un discurso pesimista
sobre el pasado reciente de los españoles, incluso la incapacidad de los
españoles para vivir en paz, para justificar por la paz la permanencia
de lo que fue su victoria.
Javier Pradera. Hay otro punto de vista que a lo mejor puede
ayudar a entender esa ambigüedad de una buena parte de los españoles actuales
con el pasado, sobre todo con el segundo franquismo; y es que los valores
de la democracia representativa constitucional que ahora se defienden,
digamos, de forma mayoritaria, y que incluyen un poder judicial independiente,
elecciones libres, alternancia en el poder, control de los gobernantes,
etcétera, lo que es la democracia representativa, era algo que en los
años sesenta no eran defendidos tampoco por algunos sectores de la oposición.
Quiero decir que eso no desmerece en absoluto la oposición al franquismo.
Yo estuve en esa oposición y estoy muy orgulloso de ello, pero lo que
es evidente es que los valores que animaban a buena parte de la oposición
española en los años cincuenta y sesenta no eran los valores de la democracia
representativa constitucional que en este momento defendemos con absoluta
sinceridad. Es decir, que esa idea de la democracia es nueva en España,
que se corresponde a los años setenta y ochenta.
Javier Tusell. Y eso ni siquiera es una novedad. Es decir, la
República fue una experiencia democrática, pero lo fue germinalmente,
porque esa idea de la conciencia del otro, la conciencia de que existe
otro con el que tienes que compartir, eso es de los años setenta, después
de muerto Franco. Es decir, en España se ha engendrado una cultura política
democrática muy recientemente. A mí lo que ahora mismo me preocupa es
que en los planes de historia del futuro se hable más de los visigodos
que de esto.
Javier Pradera. Claro, pero fíjate, Javier, que en eso estamos
en una mala situación, en el sentido de que todos los que estuvimos en
la oposición al franquismo nos resistimos a aceptar que los valores con
los cuales combatíamos y estuvimos en la cárcel, no se corresponden exactamente
con lo que es la democracia española actual, es decir, hay un cierto autoengaño,
¿no?
Javier Tusell. Bueno, son muy pocas las personas que dicen lo
que acaba de decir Javier Pradera, y tiene toda la razón.
Antonio Cazorla. Yo añadiría que para las generaciones más jóvenes,
la democracia, o el vivir en democracia, el vivir una realidad cotidiana
que tiene muy poco que ver con la del franquismo, pese a todas sus imperfecciones,
les ha hecho muy difícil comprender qué es vivir bajo la dictadura. Es
decir, están hablando de parámetros completamente distintos, y eso ha
provocado que haya una visión descolorida del franquismo, una visión que
ya les dice muy poco a estas nuevas generaciones. El PSOE fue a las últimas
elecciones generales con un programa que podía ser mejor o peor, pero
estaba en un contexto de conciencia antifranquista, etcétera, y todos
vemos lo que ha ocurrido.Creo que la sociedad democrática exige soluciones
pragmáticas, exige la visión de actuación cotidiana, y en cuanto a la
memoria del pasado, pienso que es muy difícil meter en la cabeza de las
generaciones más jóvenes, o hacerles comprender, los parámetros de violencia,
por ejemplo, que sufrió este país, o el hambre. Es decir, es algo tan,
tan remoto, tan, tan lejano a la realidad cotidiana, que desde luego está
creando una conciencia sobre el pasado radicalmente distinta, por ejemplo,
a la que tenéis vosotros como antifranquistas.
A propósito de Carrero Blanco
Javier Tusell. Ahora hay algunos que dicen
incluso, y eso te lo encuentras en gente que ha hecho la transición desde
la oposición moderada: "No, es que Franco en el fondo sabía que vendría
la democracia". Eso no es verdad, en primer lugar no lo sabía, pero en
segundo lugar, no lo quería, indudablemente que no lo quería. Y no quería
que hubiera en España un rey de una monarquía democrática, con un partido
comunista legalizado, de eso no cabe la menor duda.
Antonio Cazorla. Mira, Javier, incluso hay un informe de
Carrero, no recuerdo si lo citas en tu libro o no, posiblemente sí, que
en el año 1945, la fecha en la que hace ese informe sobre si se debe realizar
un referéndum, etcétera, habla de que en el mundo han vencido las fuerzas
corruptas, creo que emplea la palabra "corruptas". Estaban convencidos
de que lo que ellos representaban no era ya sólo la España sana, católica,
etcétera, sino la regeneración, el futuro. Para ellos, el triunfo de la
democracia en el año 1945 es una catástrofe intelectual.
Javier Tusell. En ese informe hay una frase que es maravillosa
porque es la mejor definición del régimen. Dice Carrero: "¿Qué es lo que
tiene que hacer su Excelencia?", y pone, dos puntos: "Orden, unidad y
aguantar". Y a mí me parece todo perfecto, sobre todo el verbo final "aguantar".
Javier Pradera. Me contó un intérprete, una persona que
sirvió de intérprete en las conversaciones entre Carrero y Spiro Agnew,
aquel vicepresidente norteamericano que luego echaron por corrupto, pues
bien, cuando llegó de visita a Madrid le dijeron que Carrero Blanco era
su equivalente jerárquico y tendría que entrevistarse con él. Carrero,
por su parte, pensó también que Agnew era su alma gemela. Total que en
la entrevista el almirante estaba encantado de poder explicarle al vicepresidente
de Estados Unidos cuáles eran sus impresiones sobre los problemas más
importantes: "Estamos perdidos", comenzó Carrero. "La droga, el adulterio,
la homosexualidad han llegado al corazón del imperio americano, la molicie...",
y entonces empezó un discurso apocalíptico ante el que Agnew se encontraba
completamente desconcertado. Entonces, cuando le tocó hablar, dijo: "¡Hombre!,
vicepresidente, yo creo que no es para tanto". Agnew en lo que realmente
estaba pensando era en la posibilidad de hacer algún nuevo negocio y se
encontró con un hombre que hablaba desde una perspectiva del final del
Mundo.
Javier Tusell. Carrero Blanco, en uno de sus informes finales,
decía que era intolerable ver a esos maricones con el pelo largo, que
eran los Beatles, pero es que además hablaba del striptease, pero sus
conocimientos al respecto eran puramentes literarios hasta el punto de
que escribía mal la palabra.
Sobre los papeles de Franco R. B. No deberíamos dejar al margen lo que se ha comentado antes sobre las dificultades de acceder a los papeles de Franco.
Javier Tusell. Bueno, vamos a ver. La experiencia por la que he pasado yo es la siguiente:
durante muchos años ha habido muchas dificultades; ahora bien, yo, por ejemplo, a base de dar la lata, conseguí ver los papeles de Carrero y hacer una biografía de Carrero; ahora mismo estoy viendo los de Arias Navarro, y haré una biografía de Arias Navarro; y esta mañana he hablado con los que llevan la Fundación Franco y, afortunadamente, les han dado una ayuda del Ministerio de Cultura y prometen que cuando lo tengan totalmente clasificado, en un año o dos, serán accesibles. Creo que es la ocasión de anunciar esto, lo que haré en un artículo en EL PAÍS, lo creo así porque eso lo convierte en irreversible. También pienso que es la mejor muestra de reconciliación 25 años después de muerto Franco.
Pero lo previo, lo anterior a ese anunciado momento de normalización era una situación muy difícil de aceptar. Hay que pensar que los papeles de Franco son papeles que en su inmensa mayoría fueron elaborados por secretarias del Estado que han recibido un sueldo, es decir, no tienen nada de privados. Son papeles absolutamente públicos, y esos papeles, por ejemplo en el caso de Mussolini están en el Archivo Centrale de l'Estato en Roma, y en el caso de Salazar están en la Torre do Tombo en Lisboa.
R. B. ¿Y esos papeles son importantes para rellenar las lagunas historiográficas?
Javier Tusell. Bueno, creo que no es correcto hacer una biografía de Franco sin esos papeles.
R. B. ¿Y para conocer ese llamado segundo franquismo?
Javier Tusell. Para conocer ese segundo franquismo, curiosamente son menos importantes porque, entre otras cosas, Franco estaba menos vivo, y por las citas indirectas que tenemos de esos papeles no hay tantas cosas. Hay un detalle muy importante, por ejemplo algún papel íntimo, ése sí, de Franco diciendo que la Curia romana no nos entiende; la crisis que para él supuso el Vaticano II, que es un fenómeno absolutamente esencial para comprender en esa fase final. Pero bueno, es que ahí hay cosas de nuestro presente, es decir, hay el juicio del general Franco que no acaba de fiarse del príncipe Juan Carlos, por ejemplo.
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