Capítulo Cuarto: Estás en tu casa
¡Champán y Chocolate!
 
El País Digital 
Domingo  
28 deseptiembre  
1997 - Nº 508 

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Boda en Barcelona 

           LEJOS DE cuentos de hadas, (1) lejos de matrimonios de 
           conveniencia y lejos de antiguas cursilerías (2), el enlace (3) de la 
           segunda hija de los Reyes, la infanta (4) Cristina, con Iñaki 
           Urdangarín, ha sido una boda moderna entre dos jóvenes que, 
           de procedencia (5) muy dispar (6), han decidido compartir la vida y 
           las responsabilidades que tienen. En principio (7) no es otra cosa 
           lo que hacen las decenas de miles de parejas que se casan 
           todos los años en España. Y sin embargo, a nadie se le escapa que (8) 
          sus vidas y ante todo sus responsabilidades son distintas y 
           mayores. 

El Rey de España, Juan Carlos I,  escolta a su hija, Doña Cristina, a la ceremonia de matrimonio.

           Bien hicieron los novios en elegir Barcelona como escenario (9). 
           Como Sevilla en 1995 con la boda de la infanta Elena y Jaime 
           de Marichalar, ha acogido (10) con gran afecto (11) a la pareja. 
           Millones de españoles y centenares de millones en el mundo 
           siguieron la ceremonia por televisión. Y tanto la organización 
           como la retransmisión (12) fueron impecables. 

Doña Cristina y su esposo, Iñaki Urdangarín, los nuevos condes de Mallorca, a la salida de su boda.

           La sobriedad (13) de la familia real siempre ha sido muy valorada 
           por los españoles. Es una de las razones -hay otras muchas- 
           por las que la Monarquía española se ha ganado el respeto de 
           su pueblo. Cuando ligó (14) su andadura (15) al comienzo de la 
           transición democrática (16), todo esto estaba lejos de 
           sobreentenderse. Como hemos comprobado en recientes y 
           tristes acontecimientos, las familias reales están, 
           inevitablemente, expuestas a los medios. Y su solidez y 
           prestigio no dependen sólo de su funcionalidad y su buen 
           hacer institucional. En gran parte depende de su popularidad, 
           que no es sino el efecto que sobre la población tiene la 
           actuación de una familia a la que se otorga 
           constitucionalmente un papel extraordinario, pero a la que 
           también se exige una conducta especial. En España, y pese a 
           algunas nuevas aficiones (17) de quienes quieren descalificar (18) a 
           todo el sistema, a la transición que lo generó (19) y las 
           instituciones que lo defienden, están fuera de duda la 
           popularidad de la familia real y el respeto a esta institución 
           que ha sido básica para la convivencia civilizada en este país. 
           Ahora, de vuelta a la continuación de ese trabajo diario, sólo 
           cabe desear lo mejor al nuevo matrimonio y dar la 
           enhorabuena (20) a la Casa Real. 

 
 
 
¿Qué le parece esta noticia? ¿Le parece bien que la gente le preste atención a la aristocracia? ¿Sabe usted algo de la monarquía española?  ¿Es diferente de la inglesa?  Investigue y discuta en breve su opinión.

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