Acto III (vv. 1652-1847)
Salen ESTEBAN, ALONSO y BARRILDO ESTEBAN:¿No han venido a la junta? BARRILDO:No han venido. ESTEBAN:Pues más a priesa nuestro daño corre. BARRILDO:Ya está lo más del pueblo prevenido. ESTEBAN:Frondoso con prisiones en la torre, y mi hija Laurencia en tanto aprieto, si la piedad de Dios no los socorre... Salen JUAN ROJO y el REGIDOR JUAN ROJO:¿De qué dais voces, cuando importa tanto a nuestro bien, Esteban, el secreto? ESTEBAN:Que doy tan pocas es mayor espanto. Sale MENGO MENGO:También vengo yo a hallarme en esta junta. ESTEBAN:Un hombre cuyas canas baña el llanto, labradores honrados, os pregunta, ¿qué obsequias debe hacer toda esa gente a su patria sin honra, ya perdida? Y si se llaman honras justamente, ¿cómo se harán, si no hay entre nosotros hombre a quien este bárbaro no afrente? Respondedme: ¿Hay alguno de vosotros que no esté lastimado en honra y vida? ¿No os lamentáis los unos de los otros? Pues si ya la tenéis todos perdida, ¿a qué aguardáis? ¿Qué desventura es ésta? JUAN ROJO:La mayor que en el mundo fue sufrida. Mas pues ya se publica y manifiesta que en paz tienen los reyes a Castilla y su venida a Córdoba se apresta, vayan dos regidores a la villa y echándose a sus pies pidan remedio. BARRILDO:En tanto que Fernando, aquél que humilla a tantos enemigos, otro medio será mejor, pues no podrá, ocupado hacernos bien, con tanta guerra en medio. REGIDOR:Si mi voto de vos fuera escuchado, desamparar la villa doy por voto. JUAN ROJO:¿Cómo es posible en tiempo limitado? MENGO:A la fe, que si entiende el alboroto, que ha de costar la junta alguna vida. REGIDOR:Ya, todo el árbol de paciencia roto, corre la nave de temor perdida. La hija quitan con tan gran fiereza a un hombre honrado, de quien es regida la patria en que vivís, y en la cabeza la vara quiebran tan injustamente. ¿Qué esclavo se trató con más bajeza? JUAN ROJO:¿Qué es lo que quieres tú que el pueblo intente? REGIDOR:Morir, o dar la muerte a los tiranos, pues somos muchos, y ellos poca gente. BARRILDO:¡Contra el señor las armas en las manos! ESTEBAN:El rey sólo es señor después del cielo, y no bárbaros hombres inhumanos. Si Dios ayuda nuestro justo celo, ¿qué nos ha de costar? MENGO:Mirad, señores, que vais en estas cosas con recelo. Puesto que por los simples labradores estoy aquí que más injurias pasan, más cuerdo represento sus temores. JUAN ROJO:Si nuestras desventuras se compasan, para perder las vidas, ¿qué aguardamos? Las casas y las viñas nos abrasan, ¡tiranos son! ¡A la venganza vamos! Sale LAURENCIA, desmelenada LAURENCIA:Dejadme entrar, que bien puedo, en consejo de los hombres; que bien puede una mujer, si no a dar voto, a dar voces. ¿Conocéisme? ESTEBAN:¡Santo cielo! ¿No es mi hija? JUAN ROJO:¿No conoces a Laurencia? LAURENCIA:Vengo tal, que mi diferencia os pone en contingencia quién soy. ESTEBAN:¡Hija mía! LAURENCIA:No me nombres tu hija. ESTEBAN:¿Por qué, mis ojos? ¿Por qué? LAURENCIA:Por muchas razones, y sean las principales: porque dejas que me roben tiranos sin que me vengues, traidores sin que me cobres. Aún no era yo de Frondoso, para que digas que tome, como marido, venganza; que aquí por tu cuenta corre; que en tanto que de las bodas no haya llegado la noche, del padre, y no del marido, la obligación presupone; que en tanto que no me entregan una joya, aunque la compre, no ha de correr por mi cuenta las guardas ni los ladrones. Llevóme de vuestros ojos a su casa Fernán Gómez; la oveja al lobo dejáis como cobardes pastores. ¿Qué dagas no vi en mi pecho? ¿Qué desatinos enormes, qué palabras, qué amenazas, y qué delitos atroces, por rendir mi castidad a sus apetitos torpes? Mis cabellos ¿no lo dicen? ¿No se ven aquí los golpes de la sangre y las señales? ¿Vosotros sois hombres nobles? ¿Vosotros padres y deudos? ¿Vosotros, que no se os rompen las entrañas de dolor, de verme en tantos dolores? Ovejas sois, bien lo dice de Fuenteovejuna el hombre. Dadme unas armas a mí pues sois piedras, pues sois tigres... --Tigres no, porque feroces siguen quien roba sus hijos, matando los cazadores antes que entren por el mar y por sus ondas se arrojen. Liebres cobardes nacistes; bárbaros sois, no españoles. Gallinas, ¡vuestras mujeres sufrís que otros hombres gocen! Poneos ruecas en la cinta. ¿Para qué os ceñís estoques? ¡Vive Dios, que he de trazar que solas mujeres cobren la honra de estos tiranos, la sangre de estos traidores, y que os han de tirar piedras, hilanderas, maricones, amujerados, cobardes, y que mañana os adornen nuestras tocas y basquiñas, solimanes y colores! A Frondoso quiere ya, sin sentencia, sin pregones, colgar el comendador del almena de una torre; de todos hará lo mismo; y yo me huelgo, medio-hombres, por que quede sin mujeres esta villa honrada, y torne aquel siglo de amazonas, eterno espanto del orbe. ESTEBAN:Yo, hija, no soy de aquellos que permiten que los nombres con esos títulos viles. Iré solo, si se pone todo el mundo contra mí. JUAN ROJO:Y yo, por más que me asombre la grandeza del contrario. REGIDOR:¡Muramos todos! BARRILDO:Descoge un lienzo al viento en un palo, y mueran estos enormes. JUAN ROJO:¿Qué orden pensáis tener? MENGO:Ir a matarle sin orden. Juntad el pueblo a una voz; que todos están conformes en que los tiranos mueran. ESTEBAN:Tomad espadas, lanzones, ballestas, chuzos y palos. MENGO:¡Los reyes nuestros señores vivan! TODOS:¡Vivan muchos años! MENGO:¡Mueran tiranos traidores! TODOS:¡Tiranos traidores, mueran! Vanse todos LAURENCIA:Caminad, que el cielo os oye. ¡Ah, mujeres de la villa! ¡ Acudid, por que se cobre vuestro honor, acudid, todas! Salen PASCUALA, JACINTA y otras mujeres PASCUALA:¿Qué es esto? ¿De qué das voces? LAURENCIA:¿No veis cómo todos van a matar a Fernán Gómez, y hombres, mozos y muchachos furiosos al hecho corren? ¿Será bien que solos ellos de esta hazaña el honor gocen? Pues no son de las mujeres sus agravios los menores. JACINTA:Di, pues, ¿qué es lo que pretendes? LAURENCIA:Que puestas todas en orden, acometamos un hecho que dé espanto a todo el orbe. Jacinta, tu grande agravio, que sea cabo; responde de una escuadra de mujeres. JACINTA:No son los tuyos menores. LAURENCIA:Pascuala, alférez serás. PASCUALA:Pues déjame que enarbole en un asta la bandera. Verás si merezco el nombre. LAURENCIA:No hay espacio para eso, pues la dicha nos socorre. Bien nos basta que llevemos nuestras tocas por pendones. PASCUALA:Nombremos un capitán. LAURENCIA:Eso no. PASCUALA:¿Por qué? LAURENCIA:Que adonde asiste mi gran valor no hay Cides ni Rodamontes. |
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Electronic text by Vern G. Williamsen and J T Abraham