Suena la alarma en el campamento romano. Los oficiales le informa a Cipión de la hazaña de dos numantinos que entraron a robar alimento al campamento (Morandro y Leoncio). Cuentan como éstos mataron a seis romanos. De vuelta en Numancia llega Morandro con comida, pero herido de muerte. Morandro lamenta tristemente la muerte de su amigo Leoncio. Entra Lira y recibe en sus brazos a Morandro. Morandro se despide de ella y muere después de haber cumplido su promesa. En eso llega un hermano de Lira y se muere de hambre junto a ella. Desesperada, Lira le pide la muerte a un soldado numantino que pasa corriendo persiguiendo a una mujer para asesinarla. El soldado se conmueve de la belleza de Lira y confiesa no ser capaz de matarla. Lira le pide entonces que la ayude a llevarse los cuerpos de su hermano y de su esposo, Morandro.
Tócase al arma con gran priesa, y a este rumor salen Cipión con Jugurta y Gayo Mario, alborotados.
Cipión ¿Qué es esto, capitanes? ¿Quién nos toca
al arma* en tal sazón? ¿Es por ventura | alarma militar |
alguna gente desmandada y loca,
que viene a procurar su sepultura? 1735
O no sea algún motín* el que provoca | mutiny |
tocar al arma en recia* coyuntura: | dura |
que tan seguro estoy del enemigo,
que tengo más temor al que es amigo.
Sale Quinto Fabio, con la espada desnuda, y dice:
Q. Fabio Sosiega el pecho, general prudente, 1740
que ya desta arma la ocasión se sabe,
puesto que ha sido a costa de tu gente*: | although it has been at the expense of your people |
de aquella en quien más brío y fuerza cabe.
Dos numantinos, con soberbia fuerte,
cuyo valor será razón se alabe, 1745
saltando el ancho foso y la muralla,
han movido a tu campo cruel batalla.
A las primeras guardias imbistieron*, | embistieron= charged against |
y en medio de mil lanzas se arrojaron,
y con tal furia y rabia arremetieron, 1750
que libre paso al campo les dejaron;
las tiendas de Fabricio acometieron,
y allí su fuerza y su valor mostraron,
de modo que en un punto seis soldados
fueron de agudas puntas traspasados. 1755
No con tanta presteza el rayo ardiente
pasa rompiendo el aire en presto vuelo,
ni tanto la cometa reluciente,
se muestra ir presurosa* por el cielo, | de prisa |
como estos dos por medio de tu gente 1760
pasaron, colorando el duro suelo
con la sangre romana que sacaban
sus espadas doquiera que llegaban.
Queda Fabricio traspasado el pecho;
abierta la cabeza tiene Horacio; 1765
Olmida ya perdió el brazo derecho
y de vivir le queda poco espacio.
Fuele ansí mismo poco de provecho
la ligereza al valeroso Estacio,
pues el correr al numantino fuerte 1770
fue abreviar el camino de su muerte.
Con presta ligereza discurriendo
iban de tienda en tienda, hasta que hallaron
un poco de bizcocho*, el cual cogieron; | comida de los soldados hecha de harina |
el paso, y no el furor, atrás volvieron: 1775
el uno dellos se escapó huyendo,
al otro mil espadas le acabaron;
por donde infiero que la Hambre ha sido
quien les dio atrevimiento tan subido.
Cipión Si estando deshambridos* y encerrados 1780 | hambrientos |
muestran tan demasiado atrevimiento,
¿qué hicieran siendo libres y enterados
en sus fuerzas primeras y ardimiento?
¡Indómitos*, al fin seréis domados, | indomables |
porque contra el furor vuestro violento 1785
se tiene de poner la industria* nuestra, | estrategia, engaño, truco |
que de domar soberbios es maestra!
Éntrase Cipión y los suyos, y luego tócase al arma en la ciudad, y al rumor sale Morandro, herido y lleno de sangre, con una cestilla blanca en el brazo izquierdo con algún poco de bizcocho ensangrentado, y dice:
Morandro ¿No vienes, Leoncio? Di:
¿qué es esto, mi dulce amigo?
Si tú no vienes conmigo, 1790
¿cómo vengo yo sin ti?
Amigo, ¿que te has quedado?
Amigo, ¿que te quedaste?
¡No eres tú el que me dejaste,
sino yo el que te he dejado! 1795
¿Que es posible que ya dan
tus carnes despedazadas
señales averiguadas
de lo que cuesta este pan?
¿Y es posible que la herida 1800
que a ti te dejó difunto,
en aquel instante y punto
no me quitó a mí la vida?
No quiso el hado cruel
acabarme en paso tal, 1805
por hacerme a mí más mal
y hacerte a ti más fiel.
Tú, en fin, llevarás la palma
de más verdadero amigo;
yo a desculparme contigo 1810
enviaré bien presto el alma;
y tan presto, que el afán
a morir me llama y tira,
en dando a mi dulce Lira
este tan amargo pan. 1815
Pan ganado de enemigos;
pero no ha sido ganado,
sino con sangre comprado
de dos sin ventura amigos.
Sale Lira con alguna ropa, como que la lleva a quemar, y dice:
Lira ¿Qué es esto que ven mis ojos? 1820
Morandro Lo que presto no verán,
según la priesa se dan
de acabarme mis enojos.
Ves aquí, Lira, cumplida
mi palabra y mis porfías 1825
de que tú no morirías
mientras yo tuviese vida.
Y aun podré mejor decir
que presto vendrás a ver
que a ti sobrará el comer 1830
y a mí faltará el vivir.
Lira ¿Qué dices, Morandro amado?
Morandro Lira, que acortes la hambre,
entre tanto que la estambre
de mi vida corta el hado; 1835
pero mi sangre vertida,
y con este pan mezclada,
te ha de dar, mi dulce amada,
triste y amarga comida.
Ves aquí el pan que guardaban 1840
ochenta mil enemigos,
que cuesta de dos amigos
las vidas que más amaban.
Y, porque lo entiendas cierto
y cuánto tu amor merezco, 1845
ya yo, señora, perezco,
y Leoncio ya está muerto.
Mi voluntad sana y justa
recíbela con amor,
que es la comida mejor 1850
y de que el alma más gusta.
Y, pues en tormenta y calma
siempre has sido mi señora,
recibe este cuerpo agora,
como recibiste el alma. 1855
Cáese muerto y cógele en las faldas Lira.
Lira Morandro, dulce bien mío,
¿qué sentís, o qué tenéis?
¿Cómo tan presto perdéis
vuestro acostumbrado brío?
Mas, ¡ay, triste sin ventura, 1860
que ya está muerto mi esposo!
¡Oh caso el más lastimoso
que se vio en la desventura!
¿Quién os hizo, dulce amado,
con valor tan excelente, 1865
enamorado valiente
y soldado desdichado?
¡Hicistes una salida
esposo mío, de suerte,
que por escusar mi muerte, 1870
me habéis quitado la vida!
¡Oh pan de la sangre lleno
que por mí se derramó,
no te tengo en cuenta yo
de pan, sino de veneno; 1875
¡No te llegaré a mi boca
por poderme sustentar,
si ya no es para besar
esta sangre que te toca!
A este punto ha de entrar un muchacho hablando desmayadamente, el cual es hermano de Lira.
Hermano Lira, hermana, ya expiró 1880
mi padre, y mi madre está
en términos que ya ya
morirá cual muero yo:
la hambre los ha acabado.
Hermana mía, ¿pan tienes? 1885
¡Oh pan, y cuán tarde vienes,
que ya no hay pasar bocado!
Tiene la hambre apretada
mi garganta en tal manera,
que, aunque este pan agua fuera, 1890
no pudiera pasar nada.
Tómalo, hermana querida;
que, por más crecer mi afán,
veo que me sobra el pan
cuando me falta la vida. 1895
Cáese muerto.
Lira ¿Espiraste, Hermano amado?
Ni aliento ni vida tiene:
¡bien es el mal cuando viene
sin venir acompañado!
Fortuna, ¿por qué me aquejas 1900
con un daño y otro junto,
y por qué en un solo punto
huérfana y viuda me dejas?
¡Oh duro escuadrón romano,
cómo me tiene tu espada 1905
de dos muertos rodeada:
uno esposo y otro hermano!
¿A cuál volveré la cara
en este trance importuno,
si en la vida cada uno 1910
fue prenda del alma cara*? | querida |
¡Dulce esposo, Hermano tierno,
yo os igualaré en quereros,
porque pienso presto veros
en el cielo o el infierno! 1915
En el modo de morir
a entrambos he de imitar,
porque el hierro ha de acabar,
y la hambre, mi vivir.
Primero daré a mi pecho 1920
una daga que este pan:
que a quien vive con afán,
es la muerte de provecho.
¿Qué aguardo? ¡Cobarde estoy!
Brazo, ¿ya os habéis turbado? 1925
¡Dulce esposo, Hermano amado,
esperadme, que ya voy!
A este punto, sale una mujer huyendo, y tras ella un soldado numantino con una daga en la mano para matarla.
Mujer ¡Eterno padre, Júpiter piadoso,
favorecedme en tan adversa suerte!
Soldado ¡Aunque más lleves vuelo presuroso, 1930
mi dura mano te ha de dar la muerte!
Éntrase la mujer adentro y dice Lira:
Lira El hierro agudo, el brazo belicoso,
contra mí, buen soldado, le convierte:
deja vivir a quien la vida agrada,
y quítame la mía, que me enfada. 1935
Soldado Puesto que es el decreto del Senado
que ninguna mujer quede con vida,
¿cuál será el bravo pecho acelerado
que en ese hermoso vuestro dé herida?
Yo, señora, no soy tan mal mirado*, 1940 | tan mal educado |
que me precie de ser vuestro homicida:
otra mano, otro hierro ha de acabaros,
que yo sólo nací para adoraros.
Lira Esa piedad que quiés usar conmigo,
valeroso soldado, yo te juro, 1945
y al alto Cielo pongo por testigo,
que yo la estimo por rigor muy duro;
tuviérate yo entonces por amigo
cuando, con pecho y ánimo seguro,
este mío afligido traspasaras 1950
y de la amarga vida me privaras.
Pero, pues quiés mostrarte piadoso,
tan en daño, señor, de mi contento,
muéstralo agora en que a mi triste esposo
demos el funeral último asiento; 1955
también a este mi hermano, que en reposo
yace, ya libre del vital aliento:
mi esposo feneció por darme vida;
de mi hermano, la hambre fue homicida.
Soldado Hacer lo que me mandas está llano, 1960
con condición que en el camino cuentes
quién a tu amado esposo y caro hermano
trujo a los postrimeros accidentes.
Lira Amigo, ya el hablar no está en mi mano.
Soldado ¿Que tan al cabo estás? ¿Que tal te sientes? 1965
Lleva a tu hermano, pues que es menor carga,
y yo a tu esposo, que más pesa y carga.
Sálense llevando los dos cuerpos.
Tres personajes alegóricos, la Guerra, la Enfermedad y el Hambre salen a escena. Éstos comentan la terrible situación de Numancia. La Guerra vuelve a profetizar que en el futuro será llevada a todas partes del mundo por los españoles bajo los reinados de Fernando el Católico, Carlos V y Felipe II. Los tres personajes narran como los numantinos se están matando entre ellos: las los hijos a las madres y los padres, los padres a los hijos y a sus esposas, etc. Narran también la situación del líder numantino, Teógenes, a punto de matar a su esposa y a sus hijos.
Sale una mujer armada, con un escudo en el brazo izquierdo y una lancilla en la mano, que significa la Guerra; trae consigo a la Enfermedad, arrimada a una muleta, y rodeada de paños la cabeza, con una máscara amarilla, y la Hambre saldrá vestida con una ropa de bocací amarillo, y una máscara amarilla o descolorida. Pueden estas figuras hacellas hombres, pues llevan máscaras.
Guerra Hambre y Enfermedad, ejecutoras
de mis terribles mandos y severos,
de vidas y salud consumidoras, 1970
con quien no vale ruego, mando o fueros,
pues ya de mi intención sois sabidoras,
no hay para qué de nuevo encareceros
de cuánto gusto me será y contento
que, luego luego, hagáis mi mandamiento. 1975
La fuerza incontrastable de los hados,
cuyos efectos nunca salen vanos,
me fuerza a que de mí sean ayudados
estos sagaces mílites romanos:
ellos serán un tiempo levantados, 1980
y abatidos también estos hispanos;
pero tiempo vendrá en que yo me mude
y dañe al alto y al pequeño ayude.
Que yo, que soy la poderosa Guerra,
de tantas madres detestada en vano, 1985
aunque quien me maldice a veces yerra,
pues no sabe el valor desta mi mano,
sé bien que en todo el orbe de la tierra
seré llevada del valor hispano,
en la dulce sazón que estén reinando 1990
un Carlos, un Filipo y un Fernando.
Enfermedad Si ya la Hambre, nuestra amiga fida*, | fiel |
no tuviera tomado con instancia
a su cargo de ser fiera homicida
de todos cuantos viven en Numancia, 1995
fuera de mí tu voluntad cumplida,
de modo que se viera la ganancia
fácil y rica que el romano hubiera
harto mejor de aquella que se espera.
Mas ella, en cuanto su poder alcanza, 2000
ya tiene tal al pueblo numantino,
que de esperar alguna buena andanza
le ha tomado las sendas y el camino;
mas del furor la rigurosa lanza
y la influencia del contrario signo 2005
le trata con tan áspera violencia,
que no es menester hambre ni dolencia.
El Furor y la Rabia, tus secuaces*, | cómplices |
han tomado en sus pechos tal asiento,
que, cual si fuese de romanas haces*, 2010 | tropas |
cada cual de su sangre está sediento.
Muertes, incendios, iras son sus paces;
en el morir han puesto su contento,
y por quitar el triunfo a los romanos,
ellos mesmos se matan con sus manos. 2015
Hambre Volved los ojos y veréis ardiendo
de la ciudad los encumbrados techos;
escuchad los suspiros que saliendo
van de mil tristes lastimados pechos;
oíd la voz y lamentable estruendo 2020
de bellas damas a quien, ya deshechos
los tiernos miembros en ceniza y fuego,
no valen padre, amigo, amor ni ruego.
Cual suelen las ovejas descuidadas,
siendo del fiero lobo acometidas, 2025
andar aquí y allí descarriadas,
con temor de perder las simples vidas,
tal niños y mujeres delicadas,
huyendo las espadas homicidas,
andan de calle en calle, ¡oh hado insano!, 2030
su cierta muerte dilatando* en vano. | retardando |
Al pecho de la amada nueva esposa
traspasa del esposo el hierro agudo;
contra la madre, ¡oh nunca vista cosa!,
se muestra el hijo de piedad desnudo*, 2035 | el hijo sin piedad |
y contra el hijo el padre, con rabiosa
clemencia levantando el brazo crudo,
rompe aquellas entrañas que ha engendrado,
quedando satisfecho y lastimado.
No hay plaza, no hay rincón, no hay calle o casa, 2040
que de sangre y de muertos no esté llena;
el hierro mata, el duro fuego abrasa,
y el rigor ferocísimo condena.
Presto veréis que por el suelo rasa
está la más subida y alta almena, 2045
y las casas y templos más crecidos
en polvo y en ceniza convertidos.
Venid: veréis que en los amados cuellos
de tiernos hijos y mujer querida,
Teógenes afila y prueba en ellos 2050
de su espada el cruel corte homicida,
y como ya, después de muertos ellos,
estima en poco la cansada vida,
buscando de morir un modo estraño,
que causó, con el suyo, más de un daño. 2055
Guerra Vamos, pues, y ninguno se descuide
de ejecutar por eso aquí su fuerza,
y a lo que digo sólo atienda y cuide,
sin que de mi intención un punto tuerza.
Vanse.
Teógenes y su familia se enfrentan al terrible final. Una vez decididos salen fuera de escena donde el padre mata a toda la familia. Entran en escena dos jóvenes, Servio y Viriato. El segundo sugiere esconderse en una torre para huir de la muerte. El primero se encuentra demasiado débil para ir con su amigo. Entra en escena Teógenes, quien acaba de asesinar a su familia. Decidido a no suicidarse le pide a otro numantino que entren en combate a muerte. El vencedor de tal combate podrá echa el cuerpo del vencido en la hoguera.
Sale Teógenes, con dos hijos pequeños y una hija y su mujer.
Teógenes Cuando el paterno amor no me detiene 2060
de ejecutar la furia de mi intento,
considerad, mis hijos, cuál me tiene
el celo de mi honroso pensamiento.
Terrible es el dolor que se previene
con acabar la vida en fin violento, 2065
y más el mío, pues al hado plugo
que yo sea de vosotros cruel verdugo.
No quedaréis, ¡oh hijos de mi alma!,
esclavos, ni el romano poderío
llevará de vosotros triunfo o palma*, 2070 | señal de victoria |
por más que a sujetarnos alce el brío;
el camino, más llano que la palma,
de nuestra libertad el cielo pío* | santo |
nos ofrece, nos muestra y nos advierte
que sólo está en las manos de la muerte. 2075
Ni vos, dulce consorte*, amada mía, | esposa/o |
os veréis en peligro que romanos
pongan en vuestro pecho y gallardía
los vanos ojos y las torpes manos.
Mi espada os sacará desta agonía, 2080
y hará que sus intentos salgan vanos,
pues, por más que codicia los atiza,
triunfarán de Numancia en la ceniza.
Yo soy, consorte amada, el que primero
di el parecer que todos pereciésemos, 2085
antes que al insufrible desafuero
del romano poder sujetos fuésemos,
y en el morir no pienso ser postrero,
ni lo serán mis hijos.
Mujer ¡Si pudiésemos
escaparnos, señor, por otra vía, 2090
el cielo sabe si me holgaría!
Mas, pues no puede ser, según yo veo,
y está ya mi muerte tan cercana,
lleva de nuestras vidas tú el trofeo,
y no la espada pérfida romana. 2095
Mas, pues que he de morir, morir deseo
en el sagrado templo de Dïana.
Allá nos lleva, buen señor, y luego
entréganos al hierro, al lazo, y fuego.
Teógenes Ansí se haga, y no nos detengamos; 2100
que ya a morir me incita el triste hado.
Hijo Madre, ¿por qué lloráis? ¿Adónde vamos?
Teneos, que andar no puedo de cansado.
Mejor será, mi madre, que comamos,
que la Hambre me tiene fatigado. 2105
Madre Ven en mis brazos, hijo de mi vida,
do te daré la muerte por comida.
Vanse luego, y salen dos muchachos huyendo; y el uno de ellos ha de ser el que se arroja de la torre, que se llama Viriato, y el otro, Servio.
Viriato ¿Por dónde quieres que huyamos,
Servio?
Servio ¿Yo? Por do quisieres.
Viriato Camina; ¡qué flojo eres! 2110
¡Tú ordenas que aquí muramos!
¿No ves, triste, que nos siguen
mil hierros para matarnos?
Servio Imposible de escaparnos
de aquéllos que nos persiguen. 2115
Mas di: ¿qué piensas hacer,
o qué medio hay que nos cuadre*? | nos convenga |
Viriato A una torre de mi padre
me pienso ir a esconder.
Servio Amigo, bien puedes irte; 2120
que yo estoy tan flaco y laso* | débil |
de hambre, que un solo paso
no puedo dar, ni seguirte.
Viriato ¿Que no quiés* venir? | quieres |
Servio ¡No puedo!
Viriato Si no puedes caminar, 2125
ahí te habrá de acabar
la hambre, la espada o miedo.
Y voime, porque ya temo
lo que el vivir desbarata*: | destruye |
o que la espada me mata, 2130
o que en el fuego me quemo.
Vase y sale Teógenes con dos espadas desnudas, y ensangrentadas las manos, y como Servio le ve venir, húyese y éntrase dentro.
Teógenes Sangre de mis entrañas derramada,
pues sois aquella de los hijos míos;
mano contra ti mesma acelerada*, | desmandada, atrevida |
llena de honrosos y crueles bríos; 2135
Fortuna, en daño nuestro conjurada;
Cielos, de justa piedad vacíos,
ofrecedme en tan dura amarga suerte
alguna honrosa aunque cercana muerte.
¡Valientes numantinos, haced cuenta 2140
que yo soy algún pérfido romano,
y vengad en mi pecho vuestra afrenta,
ensangrentando en él la espada y mano!
Arroja la una espada de la mano.
Una de estas espadas os presenta
mi airada furia y mi dolor insano; 2145
que muriendo en batalla, no se siente
tanto el rigor del último acidente;
y el que privare del vital sosiego
al otro, por señal de beneficio,
entregue el desdichado cuerpo al fuego; 2150
que éste será bien piadoso oficio.
Venid; ¿qué os detenéis? Acudid luego;
haced ya de mi vida sacrificio,
y esa terneza que tenéis de amigos
volved en rabia fiera de enemigos. 2155
Un numant. ¿A quién, fuerte Teógenes, invocas?
¿Qué nuevo modo de morir procuras?
¿Para qué nos incitas y provocas
a tantas desiguales desventuras?
Teógenes Valiente numantino, si no apocas 2160
con el miedo tus bravas fuerzas duras,
toma esa espada y mátate conmigo,
ansí como si fuese tu enemigo;
que esta manera de morir me aplace
en este trance más que no otra alguna. 2165
Numantino También a mí me agrada y satisface,
pues que lo quiere ansí nuestra fortuna;
mas vamos a la plaza, adonde yace
la hoguera a nuestras vidas importuna,
porque el que allí venciere, pueda luego 2170
entregar el vencido al duro fuego.
Teógenes Bien dices; y camina, que se tarda
el tiempo de morir como deseo,
ora me mate el hierro o el fuego me arda*, | me queme |
que gloria nuestra en cualquier muerte veo. 2175
Éntra[n]se.
Scena IV
Cipión y sus oficiales se dan cuenta del silencio que reina en Numancia y deciden investigar la situación. Pronto descubren la terrible verdad. Numancia se ha convertido en un lago de sangre. Cuerpos muertos cubren las calles y no queda nada ni nadie que pueda servir de trofeo o prueba de la victoria romana. En eso descubren al último numantino, el joven Viriato, en lo alto de una torre. Éste se dirige a los romanos y se niega a aceptar las atractivas ofertas de Cipión. Acto seguido se lanza de la torre y se suicida. Los romanos se quedan sorprendidos y espantados. Sale entonces un personaje alegórico, la Fama, y concluye la comedia haciendo un elogio de Numancia.
Cipión, Jugurta, Quinto Fabio y Gayo Mario, y algunos soldados romanos.
Cipión Si no me engaña el pensamiento mío,
o salen mentirosas las señales
que habéis visto en Numancia, del estruendo
y lamentable son y ardientes llamas,
sin duda alguna que recelo y temo 2180
que el bárbaro furor del enemigo
contra su propio pecho no se vuelva.
Ya no parece* gente en la muralla, | aparece |
ni suenan las usadas centinelas:
todo está en calma y en silencio puesto, 2185
como si en paz tranquila y sosegada
estuviesen los fieros numantinos.
G. Mario Presto podrás salir de aquesa duda;
porque, si tú lo quieres, yo me ofrezco
de subir sobre el muro, aunque me ponga 2190
al riguroso trance que se ofrece,
sólo por ver aquello que en Numancia
hacen nuestros soberbios enemigos.
Cipión Arrima, pues, ¡oh Mario!, alguna escala
a la muralla y haz lo que prometes. 2195
G. Mario Id por la escala luego. Y vos, Ermilio,
haced que mi rodela se me traiga
y la celada blanca de las plumas;
que a fe que tengo de perder la vida
o sacar desta duda al campo todo. 2200
Ermilio Ves aquí la rodela y la celada;
la escala, vesla allí: la trae Olimpio.
G. Mario Encomendadme a Júpiter inmenso,
que yo voy a cumplir lo prometido.
Cipión Alza más alta la rodela, Mario, 2205
y encoge el cuerpo y cubre la cabeza.
¡Ánimo, que ya llegas a lo alto!
¿Qué ves?
G. Mario ¡Oh, santos dioses! ¿Y qué es esto?
Jugurta ¿De qué te admiras?
G. Mario De mirar de sangre
un rojo lago, y de ver mil cuerpos 2210
tendidos por las calles de Numancia.
Cipión ¿Que no hay ninguno vivo?
G. Mario Ni por pienso.
A lo menos, ninguno se me ofrece
en todo cuanto alcanzo con la vista.
Cipión Salta, pues, dentro y míralo bien todo. 2215
Salta Gayo Mario en la ciudad.
Síguele tú también, Jugurta amigo.
Mas sigámosle todos.
Jugurta No conviene
al oficio que tienes esta impresa:
sosiega el pecho, buen señor, y espera
que Mario vuelva, o yo, con la respuesta 2220
de lo que pasa en la ciudad soberbia.
Tened bien esa escala... ¡Oh cielos justos,
y cuán triste espectáculo y horrendo
se me ofrece a la vista! ¡Oh caso estraño!
Caliente sangre baña todo el suelo; 2225
cuerpos muertos ocupan plaza y calles;
dentro quiero saltar y verlo todo.
Salta Jugurta en la ciudad, y dice Quinto Fabio.
Q. Fabio Sin duda que los fieros numantinos,
del bárbaro furor suyo incitados,
viéndose sin remedio de salvarse, 2230
antes quisieron entregar las vidas
al filo agudo de sus propios hierros,
que no a las vencedoras manos nuestras,
aborrecidas* dellos lo posible. | detestadas |
Cipión Con uno solo que quedase vivo, 2235
no se me negaría el triunfo en Roma
de haber domado esta nación soberbia,
enemiga mortal de nuestro nombre,
constante en su opinión, presta, arrojada
al peligro mayor y duro trance, 2240
de quien jamás se alabará romano
que vio la espalda vuelta al numantino,
cuyo valor, cuya destreza en armas,
me forzó con razón a usar el medio
de encerrarlos cual fieras indomables, 2245
y triunfar dellos con industria y maña,
pues era con las fuerzas imposible.
Pero ya me parece vuelve Mario.
Gayo Mario torna a salir por las murallas y dice:
G. Mario En balde*, ilustre general prudente, | en vano |
han sido nuestras fuerzas ocupadas; 2250
en balde te has mostrado diligente,
pues en humo y en viento son tornadas
las ciertas esperanzas de victoria,
de tu industria contino aseguradas.
Del lamentable fin y triste historia 2255
de la ciudad invicta de Numancia
merece ser eterna la memoria.
Sacado han de su pérdida ganancia;
quitado te han el triunfo de las manos,
muriendo con magnánima constancia. 2260
Nuestros disignios han salido vanos,
pues ha podido más su honroso intento
que toda la potencia de romanos.
El fatigado pueblo en fin violento
acabó la miseria de su vida, 2265
dando triste remate* al largo cuento. | fin |
Numancia está en un lago convertida
de roja sangre, y de mil cuerpos llena,
de quien fue su rigor propio homicida;
de la pesada y sin igual cadena 2270
dura de esclavitud se han escapado
con presta audacia de temor ajena.
En medio de la plaza levantado
está un ardiente fuego temeroso,
de sus cuerpos y haciendas sustentado. 2275
A tiempo llegué a verle, que el furioso
Teógenes, valiente numantino,
de fenecer su vida deseoso,
maldiciendo su corto amargo signo,
en medio se arrojaba de la llama, 2280
lleno de temerario desatino;
y, al arrojarse, dijo: "¡Oh clara Fama,
ocupa aquí tus lenguas y tus ojos
en esta hazaña, que a cantar te llama!
¡Venid, romanos, ya por los despojos 2285
desta ciudad, en polvo y humo vueltos,
y sus flores y frutos en abrojos*!" | ruinas |
De allí, con pies y pensamientos sueltos,
gran parte de la tierra he rodeado,
por las calles y pasos mal revueltos, 2290
y a un solo numantino no he hallado
que poderte traer vivo, siquiera
para que fueras dél bien informado.
Por qué ocasión, de qué suerte o manera,
cometieron tan grande desvarío, 2295
apresurando la mortal carrera.
Cipión ¿Estaba por ventura el pecho mío
de bárbara arrogancia y muertes lleno,
y de piedad justísima vacío?
¿Es de mi condición, por dicha, ajeno 2300
usar benignidad con el rendido,
como conviene al vencedor que es bueno?
Mal, por cierto, tenían conocido
el valor en Numancia de mi pecho,
para vencer y perdonar nacido. 2305
Q. Fabio Jugurta te hará más satisfecho,
señor, de aquello que saber deseas;
que, vesle, vuelve lleno de despecho.
Torna Jugurta por la mesma muralla.
Jugurta Prudente general, en vano empleas
más aquí tu valor: vuelve a otra parte 2310
la industria sin igual de que te arreas.
No hay en Numancia cosa en que ocuparte:
todos son muertos ya, sólo uno creo
que queda vivo, para el triunfo darte.
Allí, en aquella torre, según veo, 2315
allí denantes* un muchacho estaba, | antes |
turbado en vista y de gentil arreo*. | nervioso y bien vestido |
Cipión Si eso fuese verdad, eso bastaba
para triunfar en Roma de Numancia,
que es lo que más agora deseaba. 2320
Lleguémonos allá, y haced instancia
cómo el muchacho venga a nuestras manos
vivo, que es lo que agora es de importancia.
Viriato (Desde la torre) ¿Dónde venís, o qué buscáis, romanos?
Si en Numancia queréis entrar por suerte, 2325
haréislo sin contraste, a pasos llanos;
pero mi lengua desde aquí os advierte
que yo las llaves mal guardadas tengo
desta ciudad, de quien triunfó la muerte.
Cipión Por ésas, joven, deseoso vengo, 2330
y más de que tú hagas experiencia
si en este pecho piedad sostengo.
Viriato ¡Tarde, cruel, ofreces tu clemencia,
pues no hay en quien usarla; que yo quiero
pasar por el rigor de la sentencia 2335
que, con suceso amargo, lastimero*, | lastimoso |
de mis padres y patria tan querida,
causó el último fin, terrible y fiero!
Q. Fabio Dime: ¿tienes, por suerte, aborrecida,
ciego de un temerario desvarío, 2340
tu floreciente edad, tu tierna vida?
Cipión Templa*, pequeño joven, templa el brío, | calma |
y subjeta el valor tuyo y pequeño,
al mayor de mi honroso poderío;
que desde aquí te doy mi fe, y empeño 2345
mi palabra, que sólo de ti seas
tú mismo el propio y conocido dueño,
y que de ricas joyas y preseas
vivas lo que vivieres abastado,
como yo podré darte y tú deseas, 2350
si a mi te entregas y te das de grado.
Viriato Todo el furor de cuantos ya son muertos
en este pueblo, en polvo reducido;
todo el huir los pactos y conciertos,
ni el dar a sujeción jamás oído, 2355
sus iras y rencores descubiertos,
está en mi pecho, todo junto, unido.
Yo heredé de Numancia todo el brío;
¡ved si pensar vencerme es desvarío!
Patria querida, pueblo desdichado, 2360
no temas ni imagines que me admir[e]
de lo que debo hacer, en ti engendrado,
ni que promesa o miedo me retire,
ora me falte el suelo, el cielo, el hado;
ora a vencerme todo el mundo aspire; 2365
que imposible será que yo no haga
a tu valor la merecida paga.
Que, si a esconderme aquí me trujo* el miedo | trajo |
de la cercana y espantosa muerte,
ella me sacará con más denuedo*, 2370 | resolución |
con el deseo de seguir tu suerte:
del vil temor pasado, como puedo,
haré ahora la enmienda, osado* y fuerte, | valiente |
y el error de mi edad tierna, inocente,
pagaré con morir osadamente. 2375
Yo os aseguro, ¡oh fuertes ciudadanos!,
que no falte por mí la intención vuestra
de que no triunfen pérfidos romanos,
si ya no fuere de ceniza nuestra.
Saldrán conmigo sus intentos vanos: 2380
ora levanten contra mí su diestra,
o me aseguren con promesa cierta
a vida y a regalos ancha puerta.
Teneos, romanos; sosegad el brío,
y no os canséis en asaltar el muro; 2385
que, aunque fuera mayor el poderío
vuestro, de no vencerme os aseguro.
Pero muéstrese ya el intento mío;
y si ha sido el amor perfecto y puro
que yo tuve a mi patria tan querida, 2390
asegúrelo luego esta caída.
Aquí se arroja de la torre, y dice Cipión:
Cipión ¡Oh nunca vista, memorable hazaña!
¡Niño de anciano y valeroso pecho,
que no sólo a Numancia, mas a España
has adquerido gloria en este hecho! 2395
¡Con tu viva virtud y heroica, estraña,
queda muerto y perdido mi derecho!
¡Tú con esta caída levantaste
tu fama, y mis victorias derribaste!
Que fuera aún viva y en su ser Numancia, 2400
sólo porque vivieras, me holgara,
que tú solo has llevado la ganancia
desta larga contienda, ilustre y rara.
¡Lleva, pues, niño, lleva la jactancia
y la gloria que el cielo te prepara, 2405
por haber, derribándote, vencido
al que, subiendo, queda más caído!
Suena una trompeta, y sale la Fama.
Fama Vaya mi clara voz de gente en gente,
y en dulce y suavísimo sonido
llene las almas de un deseo ardiente 2410
de eternizar un hecho tan subido.
Alzad, romanos, la inclinada frente;
llevad de aquí este cuerpo, que ha podido,
en tan pequeña edad, arrebataros
el triunfo que pudiera tanto honraros; 2415
que yo, que soy la Fama pregonera*, | que declama o anuncia |
tendré cuidado, en cuanto el alto cielo
moviere el paso en la subida esfera,
dando fuerza y vigor al bajo suelo,
de publicar con lengua verdadera, 2420
con justo intento y presuroso vuelo,
el valor de Numancia, único y solo,
de Batro a Tile* y de uno al otro polo. | de Asia a Tule (mítico país nórdico) |
Indicio ha dado esta no vista hazaña
del valor que en los siglos venideros 2425
tendrán los hijos de la fuerte España,
hijos de tales padres herederos.
No de la muerte la feroz guadaña*, | scythe |
ni los cursos de tiempos, tan ligeros,
harán que de Numancia yo no cante 2430
el fuerte brazo y ánimo constante.
Hallo sola en Numancia todo cuanto
debe con justo título cantarse,
y lo que puede dar materia al canto
para poder mil siglos ocuparse: 2435
la fuerza no vencida, el valor tanto,
dino* de en prosa y verso celebrarse; | digno |
mas, pues de esto se encarga mi memoria,
dése feliz remate a nuestra historia.