El silencio de las sirenas

"El silencio de las sirenas" - Marta López
Seminarios de Monash University -- Impartido el 9 de abril de 1999

lhttp://www.arts.monash.edu.au/spanish/lit_theory/marta.html

El silencio de las sirenas, de Adelaida García Morales es una novela que cuestiona los conceptos de lo racional y lo irracional, y pone en duda la representación tradicional del amor al sugerir una alternativa que rompe con los esquemas tradicionales. Hace al lector pensar en estas posibilidades alternativas, pero no nos las demuestra, ya que dentro de la novela, el intento de reinterpretar el amor fracasa. La imagen central de la sirena nos guía por diferentes niveles de revisión y dialogismo pero al final, nos conduce hacia el mismo destino que los marineros míticos. Nos tenta con la promesa de un discurso femenino, y una vez que sucumbimos a esa voz, se convierte en discurso patriarcal que destruye la posibilidad de alternativas femeninas. El conflicto entre la identidad femenina y la identidad cultural, dos elementos que parecen ser inconciliables, es lo que determina el fracaso de la reinterpretación del amor en esta novela.

La narradora de la novela, María, es una profesora que llega a Las Alpujarras, una aldea en las montañas, en algún lugar de España, y conoce a la misteriosa Elsa. La narración cuenta la amistad de las dos mujeres, y el amor imposible que Elsa siente por una figura llamada Agustín Valdés. Después de ser rechazada por él, Elsa se refugia en esta aldea para poder dar rienda suelta a la historia de amor irracional que esta fomentando, en la que Agustín le ama apasionadamente. Aislada del mundo real, la protagonista intenta encontrar una voz alternativa que le ayudará a validar su fantasía ante un mundo racional en el que, aunque aislada, sigue existiendo. Elsa necesita encontrar una voz alternativa para que su discurso de amor pueda tener éxito e intenta manifestar este discurso de varias maneras. La música, los sueños y ensueños, la hipnosis, las cartas de amor y su diario, son todos nuevos medios a través de los que intenta comunicar su amor. Pero todos estos intentos fracasan porque sigue existiendo en una realidad racional. A la larga tiene que aprender que la única manera de dar validez a una voz nueva, es al aceptarla tal y como es, y sacarla de un mundo que niegue su existencia. Para Elsa, la única opción que existe es la muerte, y cuando ya no hay esperanza de comunicación con Agustín, se deja morir. Después de su muerte, María, que ha internalizado la historia de amor de Elsa, intenta tomar posesión del papel de su amiga, y le manda a Agustín una carta escrita por Elsa, invalidando de este modo el significado de su separación del mundo físico. Al intentar crear un enlace real entre el Agustín de Barcelona y el de la historia de Elsa, María perpetua la definición de este amor imaginado a través de su relación con la realidad, quitándole así su valor independiente, y quitándole sentido a la muerte de Elsa.

García Morales intenta hacer una re-visión del mito de las sirenas. Pero, al cambiar la historia tan radicalmente, está creando una historia completamente nueva. La importancia de esto es el diálogo que crea entre su historia y las historias anteriores de sirenas. Se podría decir que intenta centralizar lo marginado, o, en terminología bajtiniana, convertir las fuerzas centrífugas en el nuevo orden simbólico. Intenta reacentuar el texto, demostrando como, bajo condiciones cambiadas significados nuevos pueden emerger, demostrando esas voces anteriormente ignoradas y excluidas por el discurso centrípeta (masculino).

La autora usa dos versiones de la imagen de la sirena: la versión de Homero y la de Kafka, que es una interpretación de la historia de Homero. La versión de Homero es implícita en la manera en que García Morales desarrolla su novela. Sus personajes reflejan la esencia del mito original, aunque de manera invertida, con Elsa, la sirena siendo el personaje principal, y el supuesto héroe, en este caso Agustín Valdés, marginado y totalmente privado de voz. La versión de Kafka es importante también en que sugiere una interpretación diferente al mito, que parece aportar conclusiones distintas. Pero a través de un análisis de ese texto se puede ver que las conclusiones a las que llega Kafka apoyan los esquemas tradicionales de la historia original.

Según Kafka, la arma más potente de las sirenas era su silencio, supuestamente porque, al ser famosas por su hermosa e irresistible canción, al ser confrontados con su silencio, los marineros se acercarían cada vez más, para ver si podían triunfar sobre ellas por su propia fuerza, que forzosamente les llevaría a la perdición. Explica también que cuando Odiseo, que se había tapado los oídos con cera, navegó cerca de las sirenas, ellas no cantaron, o bien porque pensaban que ese enemigo sólo se podía derrotar con silencio, o porque la mirada de felicidad en la cara de Odiseo les hizo olvidar su canción. Para prolongar esa mirada de felicidad de Odiseo (que provenía de su satisfacción de si mismo, y no, como ellas creían, de su silencio) las sirenas no sólo se abstuvieron de cantar, sino que perdieron el deseo de atraer. Desaparecieron de la vista de Odiseo, y contuniaron como si nada hubiera cambiado. Kafka termina el cuento con la declaración de que si las sirenas hubieran tenido conciencia de si mismas, habrían muerto en cuanto perdieron el deseo de atraer.

Usando estos dos cuentos como base, García Morales re-cuenta la historia de las sirenas desde el punto de vista de una sirena, convirtiéndola, por fin, en la protagonista de su propia historia. Elsa es el personaje más representativo de la sirena, pero todas las mujeres de la novela tienen elementos de sirena. Las mujeres viejas de la aldea deambulan por las calles, sin parecer estar en su ambiente natural. Son "seres extraños que parecían habitar en la linde misma entre la muerte y la vida" (17), y "mujeres que habían dejado de serlo para convertirse en otra cosa" (18). Esa otra cosa es exactamente lo que es Elsa, y lo que María parece que va a llegar a ser, aunque esto nunca resulta - seres que renuncian todos los lazos al mundo práctico y se encierran en este mundo de espejo, un "mundo extraño que se volvía hacia sí mismo, encerrado en una quietud intemporal" (14). Estas no-mujeres, sirenas trágicas por definición de su silencio e invisibilidad en el mundo físico, demuestran el destino inevitable de la sirena abandonada, o derrotada. La asociación entre la imagen de la sirena y los personajes secundarios de la novela aumentan el sensación de presagio respecto al destino de Elsa. Hace su destino parecer inmutable e ineludible - arquetípico en el sentido de la verdad elemental que representa.

Elsa es la representación más obvia de la sirena. Aparece por primera vez al principio de la novela, como la autora anónima de la nota a María. Esto la establece como una mujer rodeada de silencio. El hecho de haberse olvidado de firmar la nota es la primera clave que recibimos del intento de Elsa de silenciarse totalmente y de su insistencia en verse solamente como la protagonista de su cuento de amor. El título de la novela nos hace vincular el silencio con la imagen de la sirena, y es de esta manera que Elsa se puede reconocer como la representación más fuerte de la sirena en la novela. Su desarrollo como sirena intensifica a medida que avanza la novela y Elsa se rodea más de silencio y se retira del mundo real.

Al principio vemos sólo vislumbres de su silencio. Pero el silencio aumenta en la novela hasta que nos encontramos con una Elsa que ha dejado de hablar. El silencio que se impone lo soporta fácilmente porque le deja penetrar el mundo de fantasía en el que ella y el Agustín de su mente comparten su pasión. Es sólo cuando el Agustín de Barcelona se niega a oirla más que ella se queda en silencio total, y sólo entonces que puede aceptar totalmente una existencia alternativa. Trás el último rechazo del Agustín de Barcelona, Elsa se da cuenta de la imposibilidad de existir en dos mundos que intentan negarse el uno al otro. Es entonces que escoge un mundo en el que existir, y empieza a desaparecer del otro.

García Morales echa una manta fantástica sobre la aldea de Las Alpujarras. Ahí, aceptamos que el mal de ojo puede existir, y que posiblemente Elsa haya conocido a Agustín en una vida anterior. Si tenemos alguna duda, es por la incredulidad de María. Pero aun con el razonamiento duro de la narradora, el lector cree en el amor de Elsa. Sus métodos de acercamiento al Agustín de su imaginación nos hacen cuestionar la realidad racional. Hay momentos en los que creemos en la hipnosis de Elsa, y la inabilidad de quitarle el mal de ojo es un presagio que nos hace creer en su muerte mucho antes de que ocurra. Esta lucha entre lo racional y lo irracional se puede ver más claramente en el personaje de María, que quiere creer en el amor de Elsa, pero desconfía, a causa de su integración en el mundo masculino. Es la inabilidad de María de funcionar fuera de los esquemas tradicionales lo que al fin derrota el discurso de Elsa.

El amor que Elsa siente por Agustín es real. Existe en su mente y eso es bastante para darle justificación. García Morales nos presenta una mujer que crea un mundo totalmente distinto al racional que rechaza. Es un mundo de música y sueños, y amores eternos, y la única manera en que puede convertirse en un mundo real para ella es si ella rechaza el mundo racional de manera completa. Es decir, no se trata sólo de un rechazo simbólico, de un aislamiento geográfico, sino de un rechazo literal y físico. La muerte es lo único que al fin puede unir a Elsa con su amor imposible. Y por un instante logra que aceptemos la realidad de su liberación de este mundo. Pero luego chocamos de nuevo con la realidad racional. No cabe duda que la historia cambia para Elsa, y logra obtener la libertad para disfrutar su amor fantástico, pero la atención del lector se enfoca a la perspectiva de María, que no hace justicia a la integridad de la visión alternativa de Elsa.

El intento de reinterpretar el amor fracasa porque las acciones de María niegan la nueva realidad impuesta por la muerte de Elsa. Elsa tuvo un éxito breve al morir, pero en cuanto María intenta unir su muerte al Agustín de Barcelona, al mandarle la carta de Elsa, la muerte de Elsa pierde su significado y vuelve a ser interpretada desde el punto de vista racional.

Aunque a primera vista parezca que la protagonista, Elsa, logra crear un espacio fuera de la sociedad en el que fomentar su amor, hay que tener en cuenta que la narración es en primera persona, y María, la narradora, manipula la historia según sus prejuicios. Lo que podría haber sido un ejemplo de un discurso femenino se convierte en un reforzamiento de discursos tradicionales. María constantemente cuestiona la validez de la realidad que elige Elsa, comparándola siempre con la realidad racional a la que está acostumbrada. Para ella, el mundo imaginario de Elsa representa oscuridad y todos los elementos negativos rechazados por su cultura. El hecho que le sea tan difícil a María creer totalmente en la historia de amor de Elsa refleja su herencia cultural.

El personaje de María representa todos los elementos tradicionales de una sociedad patriarcal. Su nombre evoca las ideas más tradicionales sobre mujeres. Es la virgen María y María Magdalena, víctima de las categorizaciones rígidas del discurso judeo-cristiano. Que sea maestra también, refuerza la imagen de una mujer criada en los rigurosos confines de una sociedad tradicional. No sorprende, entonces, que sea ella la que representa la voz paternal. Lo interesante es que intenta luchar contra ella, al querer creer en el discurso de Elsa.

García Morales crea una situación de oposición entre la importancia de la herencia cultural y la herencia femenina. La protagonista intenta crear un mundo que no tenga que justificarse a través de los esquemas y las reglas de una sociedad patriarcal tradicional. Su definición del amor, transmitida a María, la narradora de la historia niega no sólo el esquema tradicional del amor sino también la existencia masculina en el amor. Elsa comienza amando a un hombre real, pero a manera que él la rechaza, en su mente se crea otra existencia, otro Agustín, que no tiene nada que ver con el hombre verdadero. Empieza a perder todas las cualidades que al principio le atrayeron a Elsa, y se convierte en una creación de ella, totalmente independiente de la realidad. El Agustín de la imaginación de Elsa llega a ser un tipo de príncipe misterioso, que podemos ver como una representación de Odiseo invertida - el héroe del cuento original se ha convertido en una sombra. Ni siquiera es personaje secundario, o actante. No tiene voz, y es importante sólo como instrumento para el dearrollo de la historia de la sirena.

Todos los elementos de la novela demuestran ese choque entre identidad cultural e identidad femenina. El mito de la sirena es parte de la herencia cultural, y el deseo de cambiar la historia, herencia femenina. María es seducida por la historia de amor de Elsa, porque quiere creer en una alternativa más liberadora, pero al intentar continuar la historia de su amiga demuestra su incapacidad de funcionar fuera de los esquemas tradicionales de la sociedad, que significa que el discurso de amor de Elsa será distorsionado y destruido en un esfuerzo a hacerlo cuadrar con estrucutras racionales.

Lo importante de eso es que en el momento en que García Morales decide destruir a Elsa, esta rompiendo el patrón del mito original pero reforzando su mensaje. La sirena, que tenía que ser la héroe de su nueva historia, muere, indicando que aun después de cambiar la historia radicalmente sigue siendo derrotada. Eso demuestra el gran problema de El silencio de las sirenas. García Morales intenta escribir una novela femenina - una historia que cuenta el amor de una mujer, que carece totalmente de la perspectiva masculina - pero su herencia cultural lo impide. Al final, nos presenta una novela sin personajes masculinos, que apoya todas las propuestas patriarcales.

No es decir que la especificidad femenina no exista en la novela. Existe hasta cierto punto, (la importancia de las decisiones de Elsa no se pueden negar) pero al final, es la especificidad cultural lo que determina el fin de la novela. La narración de María y el intento de prolongar la historia de amor de Elsa son simplemente tentativas de hacer el discurso de Elsa cuadrar con los patrones tradicionales.

Quizás el elemento más importante de la novela, en términos feministas, sea la advertencia contra un falso sentido de seguridad. Al igual que una persona no puede crear o cambiar un mito, una persona no puede cambiar la realidad de un grupo. No es bastante que María haya creido en el discurso de Elsa. Si sigue reforzando las mismas tradiciones de siempre, es como si Elsa jamás hubiera existido.

© 1999 Marta López
Comentarios: marta.lopez@arts.monash.edu.au

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