TEORÍAS QUE COHABITAN CON LA FICCIÓN: SÍNTOMAS POSMODERNOS EN

EL DESORDEN DE TU NOMBRE DE JUAN JOSÉ MILLÁS

 

Rebeca Gutiérrez

Purdue University

 

 

            Saborear la sensación de evasión que puede llegar a producir la literatura en cualquiera de sus formas constituye un lujo que, desgraciada o afortunadamente, no parece encontrarse al alcance de todos. Dedicación, casualidad o, tal vez, sólo un deleite espontáneo pueden hacer que salte la chispa. Como escritor, como crítico, como lector o incluso como mero espectador de una pasión ajena, experimentar este tipo de fascinación puede llegar a convertirse en una necesidad vital.

            En el caso del escritor, el hecho de que la literatura, y aún más concretamente, la creación de literatura, sea el cauce por el cual éste consiga superar sus conflictos con la realidad, constituye, desde hace un par de décadas, un claro síntoma posmoderno, tal y como veremos en El desorden de tu nombre de Juan José Millás.

            Entender las razones de por qué esta necesidad ha de diagnosticarse como tal implica un acercamiento a la novela de Juan José Millás que puede calificarse de poco común, no sólo en la trayectoria literaria de Millás en particular, sino en el total de la narrativa española contemporánea.

            Me refiero con ésto al análisis de rasgos que merecen el calificativo de posmoderno. Lejos de pretender encasillar características con la ayuda del temido término, mi propuesta es la de mostrar evidencias de su presencia, latente o explícita, en la obra de Millás. El eje que guía mis deducciones es el que marca la propia novela: la metaliteratura que se dispersa por toda la narración. Los soportes en los que apoyo mi tesis me hacen acudir a las nociones que me aclaran algunos teóricos del posmodernismo.

            Es Fredric Jameson quien habla de “la muerte del sujeto” cuando describe la crisis de identidad que sufre el individuo perteneciente al nuevo orden social posmoderno (114). Este individuo presencia como su identidad se difumina, su autonomía no existe como tal y, como consecuencia, su relación con la realidad se desestabiliza también. Esta crisis se hace extensiva, inevitablemente, a los ámbitos restantes. En el ámbito literario, el sujeto-escritor posmoderno muere dos veces, padeciendo sintomáticamente “la muerte del sujeto,” de la que hablaba Jameson, y a la par “la muerte del autor,” que diagnosticara mucho antes Roland Barthes. Este escritor, al que van dirigidos sendos ataques, habrá de encontrar una vía de escape que posibilite su supervivencia y finalmente lo conseguirá de un modo más que convincente a través de su creación literaria.

            Consecuentemente, y podría decirse que casi por necesidad o interés propio, el escritor posmoderno escribe acerca del acto de escribir. La creación literaria propiamente dicha será lo que demuestre y defienda la identidad y existencia del escritor mismo y, a la vez, le propicie una coexistencia con la realidad algo más llevadera.

            En El desorden de tu nombre, Juan José Millás moldea la novela de este modo. Millás nos presenta un sujeto-escritor que sufre esa misma crisis de identidad y que acaba desterrando su inestabilidad y afirmando una convivencia apacible con la realidad gracias a una novela, la que relata su propia historia, y cuyo título es, precisamente, El desorden de tu nombre.

            Junto con esta temática como principal hilo conductor, confluyen en El desorden otros aspectos que, salvando las disquisiciones conceptuales que suscita el término “posmodernismo,” conforman, cuando poco, un complicado tejido que trataré de desentrañar, precisamente, en términos posmodernos.

            En primer lugar, la técnica narrativa que Millás desarrolla a lo largo de El desorden de tu nombre parece a simple vista tan sólo una complicada mezcla de estilos. Aparentemente, se presenta a un personaje protagonista, Julio Orgaz, que alumbra con un par de flash-backs y multitud de cuentos, unos leídos y otros inventados sobre la marcha, la narración omnisciente más convencional. No obstante, como ocurre comúnmente, las apariencias engañan y nada resulta ser tan fácil como parece. En El desorden, la narración no es unívoca ni tiene un solo sentido. Muy al contrario, la narración se reviste de monólogos, diálogos, perspectivas múltiples, descripciones subjetivas y teorizaciones diversas que bien pueden asimilarse con rasgos denotadamente posmodernos como los que describiré a continuación.

            Sin eludir aquí a Mikhail Bakhtin, ya que es él quien primero habla de la polifonía en la novela y de las voces múltiples que en ella cohabitan, puede decirse que, en El desorden de tu nombre, esta polifonía narrativa constituye otro de los rasgos posmodernos más claros que caracteriza la novela.

            Fabián Gutiérrez Flórez, en su estudio Cómo leer a Juan José Millás, define esta aportación técnica de Millás como “heterofonía” (89). No obstante, para Gutiérrez Flórez, la voz narrativa predominante es la de un narrador omnisciente que comparte protagonismo con otras voces múltiples: la de Julio Orgaz, la de Laura y la de Orlando Azcárate entre otras. Gonzalo Sobejano, por su parte, ahonda algo más al describir la gran riqueza polifónica de esta novela (22). Para Sobejano es la voz de Julio la que predomina a la vez que establece relaciones dialógicas con el resto de las voces que se escuchan en la novela: la voz de la amante, la del psicoanalista, la del joven escritor, etcétera.

            Al considerar detalladamente esta novela, debemos pararnos a observar con detenimiento las claves que estos diálogos pretenden desvelar. Si hay algo que define claramente el posmodernismo es la diversificación del discurso. El reparto, equitativo o no, de la hegemonía en términos narrativos conlleva la desaparición de una voz dirigente, ocupada tradicionalmente por el narrador omnisciente, para dejar paso a diálogos múltiples.

            En El desorden, encontramos un narrador omnisciente que relata la historia entera y que llega a constituirse en el narrador imaginario que Julio Orgaz, el protagonista, sueña llegar a ser: “Observó su mesa de trabajo, donde un escritor imaginario (él mismo) rellenaba de cuentos geniales un mazo de cuartillas” (18). Este narrador que Julio imagina y cuya voz no coincide con la de Julio al principio de la trama nos da a conocer otras voces: la de Laura, la del psicoanalista y la de Julio Orgaz mismo, demostrando cuán limitadas son cada una de ellas. Julio Orgaz posee tan sólo una perspectiva parcelaria de la historia, ya que desconoce, por ejemplo, la verdadera identidad de su psicoanalista. Sin embargo, conforme la historia se va desarrollando, la asimilación entre el narrador que escribe la vida de Orgaz y Orgaz mismo es cada vez mas patente. De este modo, Julio le confiesa a Laura en su primer encuentro, cuando ella le pregunta por su identidad: “Yo soy el que nos escribe, el que nos narra” (67). Otras muchas veces, Julio es consciente de que es él el que está narrando los acontecimientos que está viviendo desde su propio punto de vista, así como otros hechos que no le pertenecen a él en exclusiva:

 

En ésto llegaron a la casa de Julio, tomaron el ascensor y él, agotado por el esfuerzo narrativo, se preguntó cómo habría quedado el trayecto desde el punto de vista de ella. (65)

 

Esta reflexión sugiere, de un modo casi subliminal, que toda su aventura con Laura es un relato que está inventando y narrando a la vez. Esta idea podría cimentarse igualmente en el hecho de que al final de la historia, Julio Orgaz ya tiene la absoluta certeza de que va a encontrar sobre su mesa el manuscrito de una novela titulada El desorden de tu nombre, la que narra su historia.

            Cabe preguntarse el significado de esta intriga narrativa. Si consideramos al protagonista de esta novela de Millás como representante del sujeto-escritor posmoderno, nos encontramos frente a un individuo inestable que vive su particular crisis de identidad: el sueño dorado de Julio Orgaz es escribir, pero a lo único que alcanza es a empezar unas páginas cada vez. Por esta razón, Julio necesita un narrador imaginario que relate su vida y, de ese modo, le garantice una existencia digna, aunque esta existencia tan sólo sea novelesca. Es en este punto donde la novela de Millás vuelve a antojársenos posmoderma. Tal y como apunta Esther Cuadrat, “la atmósfera posmoderna propicia la proliferación de la ficción metanovelesca en la narrativa actual” (209). Hemos de entender con esto que el escritor posmoderno necesita escribirse a sí mismo. Sus novelas narran necesariamente los avatares del proceso de creación por los que atraviesa el novelista. La literatura se convierte pues en metaliteratura y la metaficción en la forma más amena de luchar contra la crisis. A este respecto, Linda Hutcheon habla también del empleo de la metaficción como uno de los componentes técnicos que denotan más claramente el carácter posmoderno de una obra literaria (49–50). Si ésto es así, la novela de Millás parece cumplir con creces este requisito metaficticio.

            En El desorden, puede encontrarse metaficción a tres niveles como mínimo. Ya se ha mencionado el primero de ellos: el que hace referencia al tema que moldea la novela—lo que Sobejano muy acertadamente designa como, “la aventura de la escritura” (321). Millás hace que un narrador nos relate la historia de un escritor en su afán por escribir. La aventura de El desorden consiste en que ese escritor-personaje resulta ser el narrador de toda la historia.

            Un segundo modo de metaficción es el que hace referencia al sentido puramente etimológico del término: la novela que incluye otros relatos dentro de su propia narración. En El desorden de tu nombre, encontramos entrelazados a la trama principal unos ingeniosos cuentos cuyo escritor es Orlando Azcárate: “El concurso,” “La mitad de todo,” “La vida en el armario” y “Me he perdido.” Estos cuentos quedan fuera de alcance al sabroso juego que establece Millás entre el protagonista y el narrador. Por otra parte, tenemos los relatos que Julio inventa casi de un modo impulsivo, cuando no enfermizo, y que se configuran igualmente como historias diminutas que se insertan en la trama central.

            Esta aportación extra aumenta el grado de polifonía del que hablábamos al principio. El juego de perspectivas se multiplica inconfundiblemente al incluirse relatos llenos de voces propias en una trama que ya de por sí se halla en pleno diálogo.

            Por último, en cuanto a metaficción se refiere, puede hablarse de las relaciones de intertextualidad que se suscitan en El desorden de tu nombre. A este respecto, Esther Cuadrat menciona que Millás juega con la tradición literaria con el fin de acoger en su seno la tendencia posmoderna a la metaficción. Cuadrat señala también muy brevemente que la relación que Millás establece con el legado literario tradicional es meramente irónica (208–09). Las conexiones intertextuales que establece Millás en El desorden están ciertamente cargadas de ironía hacia la tradición literaria; pero cabe aquí preguntarse ¿cómo?, ¿hasta qué punto?, y sobre todo, ¿qué hay de posmoderno en todo ello? En El desorden de tu nombre se hace mención repetidas veces a otros géneros y subgéneros: el cuento, la novela policiaca, el vaudeville, la novela realista y la novela de aventuras. Es Julio Orgaz, personaje, el que pone de nuevo voz a una opinión subjetiva. Orgaz detesta de buen grado todos y cada uno de estos géneros y subgéneros y abiertamente manifiesta su desprecio en cada caso. No obstante, este desprecio no conlleva notas amargas sino, más bien, tintes irónicos. Como ejemplo de esta ironía puede citarse aquella vez que, charlando con su viejo amigo Ricardo Mella, Julio le consulta a Mella si él, cuando escribe, se acerca a lo esencial, “al abismo,” y obtiene esta respuesta. “Yo escribo novelas de aventuras en las que salen abismos y acantilados y desfiladeros, pero eso otro que tú dices no lo he usado nunca” (145). Aún mas irónico es el tono en el que el propio Orgaz habla del argumento de su novela: “Si a ello le añado un crimen, salgo de vaudeville y me meto en una novela policiaca” (132). Estas notas irónicas con las que Millás va salpicando su relato recuperan la tradición literaria sin llegar a suponer la queja angustiosa del que no soporta este legado sobre sus hombros. Más bien, esta ironía tiene que ver con la vision del posmodernismo que propone Umberto Eco (226–27). Eco entiende que el escritor posmoderno no puede escapar a un pasado que permanece a su sombra de forma inamovible. El secreto para que este pasado no pese demasiano es revisitarlo desde una perspectiva irónica. En este sentido, Millás parece que tiene asegurado el éxito en su relación con la tradición literaria que involuntariamente le determina. Esta ironía desde la que Millás revisita géneros y subgéneros en El desorden no hace sino informar del carácter posmoderno de esta novela. Su narración llena de alusiones a otros tipos de novela se tinta así de un humor ingenioso. La ironía que comportan estas conexiones intertextuales aporta por tanto un nuevo matiz posmoderno a tener en cuenta.

            Siguiendo con el tema de las sombras que encadenan el pasado al presente, puede observarse en El desorden cómo el afán irónico hacia el pasado literario se transforma en sentimiento de nostalgia cuando hablamos de la relación que se establece con un pasado social. La alucinación auditiva que padece Julio Orgaz en los momentos más críticos es la aparente materialización de ese sentimiento de nostalgia de un pasado mejor. La idea de nostalgia como otro de los síntomas posmodernos es una de las nociones que teóricos como Baudrillard o Jameson tratan en profundidad. También con respecto a este tema, la novela de Millás se configura como posmoderna. Los ecos de “La Internacional” que llegan al cerebro de Orgaz son las voces de una realidad social pasada que martirizan la existencia acomodada del protagonista. Podría interpretarse como bastante acertada en este sentido la aproximación que Kirsten Thorne hace a la narrativa de Millás. Thorne opina que hasta el texto más catalogable como baluarte posmodernista se halla inherentemente comprometido social y politicamente (193). Para ella, las obras pertenecientes a la narrativa española contemporánea guardan todas un fuerte poso de compromiso socio-político. De esta forma, la obra de Millás demuestra por medio de una anecdótica obsesión persecutoria motivada por un himno cómo la voz de una realidad social pasada irremediablemente mediatiza el presente.

            Terminaré mi análisis matizando que mi acercamiento a El desorden de tu nombre ha intentado mostrar cómo los temas que Millás plantea aquí y el modo en que lo hace desvelan unas inquietudes que ciertamente pueden catalogarse como posmodermas. Esta aproximación a la novela de Millás quiere suponer tan sólo una de las múltiples 

perspectivas desde las que puede someterse a observación. Partiendo de la dificultad que comporta intentar determinar los parámetros con los que medir algo que por definición rechaza moldes y lejos de pretender un análisis exhaustivo de características que resisten categorización, mi propuesta consiste en llegar a deducciones coherentes desde el simple hallazgo de evidencias. Si nos damos cuenta que es el propio Millás quien aporta estas evidencias, el proceso de deducción se simplifica.

            A mi modo de ver, El desorden de tu nombre aborda directamente el tema de la relación del escritor con la literatura. ¿Qué puede ser esta novela sino una ingeniosa expresión de teoría literaria hecha literatura? Este modo de teorizar no conlleva riesgos sino ventajas, ya que su condición ficticia lo hace intocable. Así, sin riesgo alguno de ser criticada ni conceptualizada, la teoría que Millás imprime en su novela desvela inquietudes posmodernas, se haya llegado a ellas de un modo consciente o sean mero reflejo de una presencia que se ha de aceptar.

 

Obras citadas

Bakhtin, Mikhail. The Dialogic Imagination. Four Essays. Ed. Michael Holquist. Austin: U of Texas P, 1981.

Barthes, Roland. Image, Music, Text. New York: Hill and Wang, 1977.

Baudrillard, Jean. “Simulacra and Simulations.” Brooker 151–62.

Brooker, Peter, ed. Modernisim/Postmodernism. London: Longman, 1992.

Cuadrat, Esther. “Una aproximación al mundo novelístico de Juan José Millás.” Cuadernos Hispanoamericanos 541–42 (1995): 207–16.

Eco, Umberto. “Postmodernism, Irony, the Enjoyable.” Brooker 225–28.

Gutiérrez Flórez, Fabián. Cómo leer a Juan José Millás. Madrid: Júcar, 1992.

Hutcheon, Linda. “Telling Stories: Fiction and History.” The Politics of Postmodernism. London: Routledge, 1989. 47–61.

Jameson, Fredric. “Postmodernism and Consumer Society.” Postmodern Culture. Ed. Hal Foster. London: Pluto, 1985. 111–25.

Millás, Juan José. El desorden de tu nombre. Madrid: Alfaguara, 1986.

Sobejano, Gonzalo. Reseña de El desorden de tu nombre, de Juan José Millás. Insula (dic. 1988): 21–22.

___. “Juan José Millás: Fabulador de la extrañeza.” Historia y crítica de la literatura española. Los nuevos hombres (1975–1990). Ed. Francisco Rico. Vol 9. Barcelona: Crítica, 1992.

Thorne, Kirsten A. “Las máscaras de la realidad y el desafío de la libertad: Narraciones de una posmodernidad problemática en tres autores españoles contemporáneos.” Diss. Yale U, 1992. DAI-A 54/01 (1993): 198.