Entremeses: El Viejo Celoso
 


  Este entremés se publicó en el año 1615, incluido con el resto en la obra cervantina Ocho comedias y ocho entremeses.

El tema está escogido de la tradición oral española. El viejo Cañizares es reflejado también en El celoso extremeño con el nombre de Carrizales.

El entremés comienza con la salida a escena de doña Lorenza, su criada y sobrina Cristina y la vecina Hortigosa. Lorenza está casada con un viejo que la tiene encerrada y se queja a la vecina del aislamiento y poco placer que se ve obligada a sufrir.

   
 


Doña Hortigosa no dudará en ofrecerse para llevar algún remedio a la exigente juventud de Lorenza, siendo cómplice del proyecto la sobrina Cristina. Lorenza se debate entre el placer y la honra. Entre Lorenza y la doncella se establece un pícaro diálogo. La industria de doña Hortigosa es la encargada de que nada se sepa. Lorenza le cuenta a su vecina que los celos del viejo llegan hasta el punto de no permitir gatos ni perros en la casa, rehusando incluso comprar telas con figuras de hombres. Siete puertas se mantienen cerradas, salvo por algún ocasional descuido, como el del día en cuestión, la aíslan de la calle. Aunque duerme con el viejo, no ha podido saber dónde esconde las llaves.

Hortigosa se despedirá augurando un saludable cambio en la vida de Lorenza. Desaparecen de escena los tres personajes.

A continuación salen a ella el viejo Cañizares y un compadre. La conversación trata sobre la inquietud y los celos del viejo, que recela <<del sol que mira a Lorencica, del aire que la toca y de las faldas que la vapulan ...>>. Otros motivos de desconfianza no los podría tener, porque ni siquiera deja penetrar en la casa a las vecinas, las cuales son causa también de sus temores. Cañizares no deja tampoco que su amigo franquee la puerta de la casa. Se van ambos personajes por distintos lados.

Salen otra vez Lorenza y Cristina preguntándose por la tardanza del viejo y de la vecina, a quienes esperan con ánimos bien distintos. Al tiempo que llega Cañizares, llaman a la puerta. Quien llama es Hortigosa, que viene a ofrecer un guadamecí pintado con cuatro figuras, que vende para librar a un hijo de la cárcel. Muy a su pesar, Cañizares consentirá en recibir a Hortigosa. Entra ésta y, a la vez que extiende el guadamecí, pasa por detrás el galán para Lorenza. Cañizares ve las figuras arrebozadas en la labor y reprende a la sobrina por haber dejado pasar tal vergüenza.

Cristina se asusta pensando que el viejo se ha percatado del galán y se sobresalta, pero interviene Lorenza: <<Por las pinturas lo dice, y no por otra cosa>>. Cañizares despacha a la vecina dándole un doblón. Hortigosa se entretiene ofreciendo a Lorenza toda suerte de ungüentos para sus dolencias y encolerizando al viejo, que acaba por enojarse, fingiendo Lorenza que también se enfada y corriendo a encerrarse en su habitación. Ida ya Hortigosa, Lorenza habla desde dentro con su sobrina, contándole las gracias de su galán.

Cristina responde con el sonsonete: <<Jesús, qué locuras y qué niñerías>>, pidiendo al viejo que reprima los despropósitos de su tía. Este picante diálogo hace que Cañizares entre en la habitación por la fuerza, pero es Lorenza quien se adelanta a abrir la puerta, dando al mismo tiempo en el rostro del anciano con el agua de una bacía, lo cual aprovecha el galán para escapar. No satisfecha con todo, Lorenza comienza a lamentarse en voz alta de la desconfianza de Cañizares. Acuden el alguacil, un bailarín, músicos y Hortigosa. Cañizares tiene que contestar las preguntas del alguacil y pedir perdón a la vecina. Los músicos tocan una pieza y cantan una letra. Cañizares se lamentará de las vecinas, mientras que Lorenza les besa las manos.

Cristina no desconfía de servirse de ellas. <<Y adiós, señoras vecinas>>.

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