Entremeses: El Viejo Celoso
 


  Siempre que existe un planteamiento de la problemática de los matrimonios entre viejos y niñas Cervantes se proclama acérrimo defensor del amor libremente correspondido, siendo así protector literario de las mujeres que contra su voluntad son obligadas a contraer matrimonio.

El autor ajusticia en todos los casos a los obstinados o a los que usan la fuerza de la autoridad paterna por medio de crudas y crueles burlar o incluso con la muerte.

   
 

Estas ideas manifestadas sobre la institución matrimonial tienen su origen en Italia, por las influencias de importantes autores de la época, como Bandello. El ambiente y las costumbres retratadas en este entremés se han identificado claramente como italianos, apreciándose numerosas similitudes con la novella quinta de la Primera parte de Bandello.

La finalidad parece ser común en cuanto a mostrar sin tapujos la imprudencia de los viejos que determinan casarse con niñas, y que luego se empeñan inútilmente de guardarlas. Los numerosos regalos del marido son perjudiciales porque evidencian la intención de éste de eliminar las naturales inclinaciones de una jovencita, suprimiendo y equivocando la lógica comprensión de una vida normal.

Los sentimientos de la mujer crean en el marido dudas y sospechas que le llevan a tomar exageradas precauciones. La confianza del viejo queda por fin depositada en un pariente, por supuesto femenino, que a la larga también le traicionará. Esta es consuelo y consejera de la esposa, y la acaba facilitando el encuentro con el amante, asegurando el resguardo garantizado de la honra.

La influencia de Bandello se detecta tanto en la trama como en los conceptos renacentistas sobre el verdadero amor y el matrimonio, colocando a la naturaleza en su justa posición triunfante con respecto al amor.

En esta obra Cervantes nos sorprende con una pormenorizada escena del adulterio que parece un desahogo artístico. De todos modos la influencia mencionada será retocada por el autor con gran discreción y sensibilidad artística, configurando así una obra ejemplar y moralmente aceptable.

Se modifican determinados elementos para significar un nuevo contexto dramático dando, por ejemplo, más importancia a los sentimientos de los personajes que a las escenas que pudieran suponer una segura reacción del público. La burla y la comicidad quedan así subordinadas a la perfecta dramatización interior de los personajes que, no obstante, como seres humanos, justificarán tendencias y manifestaciones en el contexto de la obra.

La adúltera nos revelará su preocupación ante su propia actitud y la compasión sentida hacia su anciano marido, el cual es consciente del grandísimo error que ha cometido, provocando en él una manifiesta y sufrida desilusión y tormento que nos inspira más compasión que burla.

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