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El asesinato más oscuro de la Guerra Civil tiene móvil,
asesinos y cómplices, pero no cadáver. El cuerpo de Federico
García Lorca yace en una fosa común junto a un maestro y dos
banderilleros miembros de la CNT. Allí los dejaron sus asesinos
en la madrugada del 19 de agosto de 1936. Ésa es la teoría,
pero nadie la ha podido comprobar hasta ahora.
Sólo hay una forma de asegurarse: recuperando el cuerpo.
Los familiares del profesor y de uno de los toreros promueven
la reapertura de la fosa, para llevar los restos de los suyos
a un lugar más digno. Pese a la oposición de parte de la familia
Lorca, la iniciativa sigue adelante, apoyada por
Juan Caballero, el alcalde socialista de Alfacar (Granada),
pueblo donde está la fosa.
Ian Gibson, biógrafo del poeta, se ilusiona con la posibilidad
de desentrañar los últimos datos de un misterio al que ha
dedicado dos tercios de su vida. ¿Dónde lo mataron exactamente?
¿Lo torturaron? "Un dato sobre su muerte es mejor que 100
libros", explica.
Gibson cree que serviría sobre todo para sacar a Lorca de
ese indigno lugar y recuperar la memoria de su asesinato.
"Ni siquiera hay una calle grande en Granada que lo recuerde,
y eso que es el español más amado en el mundo", señala. Sobre
la oposición de la familia, el historiador es tajante: "Lorca
pertenece a la humanidad, no a su familia. Es un emblema,
dio su vida por España, es un mártir". Su delito confeso:
ser poeta, republicano y homosexual.
Laura García Lorca, nieta del dramaturgo granadino, cree
que las excavaciones serían una "falta de respeto a un lugar
sagrado", una zona donde están enterradas entre 3.000 y 4.000
personas, víctimas de una represión especialmente dura. Pide
que se acate la decisión de Isabel, hermana de Federico, que
ni siquiera pudo visitar la zona ante el dolor que le producía
el recuerdo.
Los familiares de los compañeros de tragedia de Lorca están
en otra batalla. Sólo quieren cerrar una historia trágica,
pagar una deuda. Nieves Galindo, nieta de Dióscoro, el maestro
de Pulianas (Granada), lo tiene claro: "Mi padre tenía 27
años cuando se llevaron a mi abuelo. Intentó evitarlo, y acabó
en la cárcel. Le segaron la vida, iba para médico y se quedó
en albañil. Siempre quiso recuperar el cuerpo de su padre,
enterrarlo bien. Murió sin poder hacerlo, pero ahora yo terminaré
el trabajo. Tenemos derecho".
El nieto de Francisco Galadí, que se llama igual que este
banderillero de la CNT, también quiere homenajear a su padre,
que tenía 10 años en 1936 y murió hace seis sin poder cumplir
su obsesión: recuperar los restos del abuelo. "Hasta ahora
nadie tenía interés. Tenemos que aprovechar este momento".
Los familiares, representados por la Asociación por la Recuperación
de la Memoria Histórica, siguen adelante. Técnicamente, la
operación es lenta, pero relativamente sencilla. Hay tres
posibles zonas identificadas, separadas por unas decenas de
metros, alrededor de la zona llamada Fuente Grande por los
cristianos y Ainadamar (de las Lágrimas) por los árabes. Miguel
Botella, antropólogo de la Universidad de Granada, que ha
colaborado en exhumaciones en Perú, Chile y Argentina, está
preparado para trabajar cuando le den el permiso. Sostiene
que con la tecnología actual, de sondas electromagnéticas,
es relativamente fácil encontrar la fosa. Y aún más distinguir
los cadáveres, porque es muy conocida la fisonomía de Lorca
y el maestro, por ejemplo, perdió una pierna en un accidente
de tranvía.
El alcalde, que ha iniciado los trámites y confía en resolverlos
en breve, admite que será doloroso, pero necesario. "Aún hay
terror. Aquí todo el mundo vio muertos por los campos y en
las carreteras. Los fantasmas de la guerra aún planean".
La mayor parte de la historia de la muerte de Lorca es conocida:
Ramón Ruiz Alonso, ex diputado de la CEDA, lo detuvo en casa
de Luis Rosales, y el comandante falangista José Valdés lo
mandó matar. Cuando abran la fosa se sabrá además si obedecieron
al general Queipo de Llano, que desde Sevilla le dijo a Valdés:
"Dale café, mucho café".
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